martes, octubre 26, 2010
Estar o no estar
Hoy me percaté, mientras leía en el baño un libro de Mario Levrero, de la manera en que desde el lenguaje afrontamos a la muerte. Cuando alguien muere, no deja de estar, decimos tal o cual persona está muerta. Si alguien nos pregunta inadvertidamente por alguien que no sabía había muerto, uno no dice que no está, por el contrario, lo primero que se dice es que está, pero muerto, que está muerto. Como si la muerte de alguna forma fuera una presencia. No vemos a la persona, no sentimos a la persona, no oímos a la persona, no olemos ni percibimos de ninguna forma su ser material, digamos, y sin embargo no decimos que no está, como cuando alguien se ausenta por un corto tiempo, en donde en cambio no tenemos reparo en decir, no, no está, se fue a comprar cigarrillos. Si ese ser hipotético hubiera muerto, en vez de haberse ausentado momentáneamente no hubiera dejado de estar, estaría muerto, pero estaría. La muerte nos acerca a la ubicuidad, o eso es lo que desde el lenguaje pretendemos.
miércoles, abril 21, 2010
¿QUIEN?
¿Quien dijo por primera vez la palabra guerra, quien entendió qué quería decir esa persona por ella, quien la uso del mismo modo y la llevó con su aliento a otros lugares, quien la definió en una enciclopedia, quien supo cómo declararla a un rival, quien entendió esa declaración, quien tuvo miedo al oírla, quien hizo sus primeras reglas, quien fingió entenderlas, quien la impulsó con su silencio, quien fue la primera víctima de una, quien el primer rehén, quien osó festejar sobre las ruinas de un pueblo; de una ciudad, de un país, de cuerpos desmembrados, quien se entusiasmó con la idea de matar, quien fabricó el primer soldado de juguete, quien la primera arma, el primer cañón, la primera bala, el primer rifle, la primera bomba, quien se enriqueció con una, quien torturó y violó bajo su influjo, quien pensó alguna vez que se podría ganar una?
lunes, noviembre 02, 2009
Catedral
Es raro que alguien te diga una verdad desnuda así, como quien comenta sobre el clima o la carestía de la vida. Por eso me sorprendió tanto cuando dijo lo siguiente (y lo cito textualmente, o casi, según lo que mi memoria puede permitirse):
-Tanto tiempo tardamos construyendo esta catedral, tanto que ni siquiera teniendo yo 500 años podría saber cómo fue en sus inicios, cuando no había más que tierra y arbustos grises en donde hoy se alza. Y ahora que está terminada, que se puso la última de las piedras que la conforman, que se vertió la última gota de pintura en sus paredes; no nos queda otra que empezar a ver su destrucción.-
Lo más curioso es que después de decir aquello, se voltea y agrega sonriendo:
-¿Y qué fea que quedó no te parece?-
-Tanto tiempo tardamos construyendo esta catedral, tanto que ni siquiera teniendo yo 500 años podría saber cómo fue en sus inicios, cuando no había más que tierra y arbustos grises en donde hoy se alza. Y ahora que está terminada, que se puso la última de las piedras que la conforman, que se vertió la última gota de pintura en sus paredes; no nos queda otra que empezar a ver su destrucción.-
Lo más curioso es que después de decir aquello, se voltea y agrega sonriendo:
-¿Y qué fea que quedó no te parece?-
martes, octubre 20, 2009
Los chanchullos
Cuando descubrí en mí misma cómo se piensa, nunca más pude creer en el pensamiento de los demás.
Clarice Lispector
Clarice Lispector
jueves, septiembre 24, 2009
miércoles, agosto 19, 2009
Tiempo de...
Son ya casi tres meses sin publicar nada nuevo. La más grande ausencia mía en este espacio que me había creado para poner mis descargas en forma de cuentos, pensamientos, críticas, diario, recomendaciones, opiniones, etc.
He perdido un poco las ganas, no de escribir, pero sí de mantener "actualizado" el espacio. Además quiero sumarme al cambio de costumbres de manejo del tiempo y de contenidos que implica facebook. Veo que empieza a ser el nodo desde donde se transmite casi todo tipo de información (no hay pornografía), o al menos funciona muy bien como sitio de encuentro neutro y aséptico para partir hacia lugares menos cómodos, más oscuros.
No quiere decir esto que dejo el blog. Seguirá, pero volverá con otra forma.
Por ahora dejo un fragmento de algo que se está cocinando en mi cabeza y que quiere ser más largo que un cuento.
En la calle Lacroze hay una tienda de juguetes, se llama el apio feliz, y tiene por imagen corporativa un apio con cara que ríe. Los apios no tienen cara, no tienen boca, y me atrevería a decir que no ríen, al menos no como nosotros reímos. Ese apio sí lo hace, pero no es un apio, es un dibujo, un arquetipo de apio dirían los que hablan de símbolos. Un apio que sin ser un apio nos habla de todos los apios. Me gusta la palabra, apio, la repito en mi mente, apio, el apio que ríe, el apio feliz ¿si no riera no sería feliz?
En la calle Lacroze está esa juguetería, y cuando paso veo sus juguetes en el exhibidor. Es un exhibidor de ficciones, de hombres que no son hombres, de autos fantásticos que no son autos fantásticos, de niños en miniatura que no son niños en miniatura, de osos que no son osos. Uno de esos juegos me llama poderosamente la atención, LEGO se llama, siempre quise uno pero eran caros. mi mamá no me compraba juguetes tan caros, no teníamos tanta plata. Igual no fui un niño caprichoso, si me compraban algo jugaba con eso, si no me compraban nada, me inventaba juguetes; los zapatos de mi padre eran autos, los cinturones avenidas, las medias enroscadas personas, y así cada cosa tenía un equivalente con eso que llamamos realidad.
Cuando paso por esa juguetería pienso en un posible niño, en una posible mamá. Un niño que dice que quiere un Lego, una mamá que se lo compra, un niño que dice que es su Lego, una mamá que lo corrige: No es tu Lego, nada es de nadie, todo pertenece al universo, ni siquiera tu cuerpo es tuyo, pues también pertenece al universo, entiendes? No, no entiendo, dice el niño, este Lego es mío, los niños en la escuela tienen juguetes y dicen que son de ellos, por qué este no habría de ser mío. La madre lo mira, se enternece, pero no baja la guardia, no es tuyo, ¿cuando mueras qué crees que va a pasar con ese juguete? ¿va a seguir siendo tuyo? Silencio. Mala mamá, eres mala, como decirle eso a un chico, hablarle de su muerte. Puede una mamá pensar en la muerte de su hijo sin siquiera sentir una incomodidad, es más, puede hablarle a su hijo de la muerte, comprarle un Lego y después hablarle de la muerte ¿qué clase de mamá haría eso?
Cuando el niño les dice a sus compañeros que sus juguetes no son de ellos casi le pegan. Si, es mío, esto es mío, me lo compró mi papá y ya no te lo presto. Bueno, dice el niño, si te mato en este momento de quien sería tu estúpido balón. Para esas preguntas no hay respuestas, hay llanto y desasosiego, que palabra más fea. También hay golpes, cuando los niños se cansan de intentar imponer lo que saben pegan, cuando no tienen razones hay puños, patadas, la ignorancia es violencia, pero hay cosas que nadie sabe, que nadie puede saber, deberíamos entonces pegarnos hasta morir para que las cosas vuelvan a ser y dejen de ser arquetipos de las cosas, un juguete es un juguete, un pedazo de plástico, es basura. Una muñeca es una muñeca, un pedazo de plástico, una pésima imitación de la realidad, un niño sin sexo, que no caga ni orina, basura, basura sin sangre, sin huesos, sin carne. A las niñas les gusta esa basura, a los niños les gusta también la basura, y dicen que es de ellos, mi mamá dice que son tontos, que solo yo no soy tonto, porque sé que nada es de nadie. Pero no le creo a mi mamá, a veces me hace sentir mal, a veces quisiera que estuviera muerta, pero después me arrepiento y lloro, y no quiero que se vaya, y no quiero que me deje solo, prefiero que me diga esas cosas malas que dice, y que me mire con sus ojos grandes y me toque la punta de la nariz con sus dedos fríos, y me diga que soy hermoso, que soy su cosita hermosa, y yo le digo que no soy de ella, que no soy de nadie, y así ella sonríe, porque le gusta que yo aprenda y en esa verdad desnuda hay algo que la estremece. Incluso a mí, que la digo con esa naturalidad que con ella dice esas verdades desnudas me estremece, pero juego a no ser débil, y recibo los golpes con risa. Me gusta que la realidad sea violenta, le da sentido a la vida. Si la muerte es paz la vida debe ser lo contrario.
La estación de olleros me lleva a los subsuelos, al calor del vaho humano. En el subte van todos deseosos, si pudieran se pondrían a coger en los vagones. Lo sé porque los he visto, puedo sentir que me desean, pueden sentir que los deseo, pero nadie hace nada, predomina la formalidad. Los niños no saben de eso, por eso golpean sin remordimiento, por eso son crueles, es su naturaleza. Y vuelve el niño y su madre. Quienes son, me pregunto. Seré yo y mi madre, no creo, son arquetipos, son mis arquetipos literarios, pero son posibles, tan solo tengo que creer en mis personajes para que cobren vida y empiecen a tener rasgos. Ella es delgada pero de ninguna manera débil. Ríe con ganas. El es menudo y torpe, pero tiene la fuerza de su madre. Es gente con actitud. Si subieran a este subte sin duda se harían notar, ella hablaría fuerte sin darse cuenta, él sería inoportuno y todos reiríamos con sus preguntas incómodas, a las cuales ella respondería con desparpajo, mirando de manera sinuosa a todos los habitantes momentáneos y escurridizos del vagón. Al bajar dejarían en todos la impresión indeleble de haber vivido un momento autentico, como espectadores, pero autentico, cercano al arte. Nuestras vidas no cambiarían, no de manera manifiesta, pero todos volveríamos en nuestra mente a ellos dos, a su belleza, no sabríamos por qué pero se instalarían como un mal pensamiento en nuestros días comunes, en nuestras vidas comunes, en nuestro aburrimiento común, y serían eso que no somos capaces de ser.
He perdido un poco las ganas, no de escribir, pero sí de mantener "actualizado" el espacio. Además quiero sumarme al cambio de costumbres de manejo del tiempo y de contenidos que implica facebook. Veo que empieza a ser el nodo desde donde se transmite casi todo tipo de información (no hay pornografía), o al menos funciona muy bien como sitio de encuentro neutro y aséptico para partir hacia lugares menos cómodos, más oscuros.
No quiere decir esto que dejo el blog. Seguirá, pero volverá con otra forma.
Por ahora dejo un fragmento de algo que se está cocinando en mi cabeza y que quiere ser más largo que un cuento.
En la calle Lacroze hay una tienda de juguetes, se llama el apio feliz, y tiene por imagen corporativa un apio con cara que ríe. Los apios no tienen cara, no tienen boca, y me atrevería a decir que no ríen, al menos no como nosotros reímos. Ese apio sí lo hace, pero no es un apio, es un dibujo, un arquetipo de apio dirían los que hablan de símbolos. Un apio que sin ser un apio nos habla de todos los apios. Me gusta la palabra, apio, la repito en mi mente, apio, el apio que ríe, el apio feliz ¿si no riera no sería feliz?
En la calle Lacroze está esa juguetería, y cuando paso veo sus juguetes en el exhibidor. Es un exhibidor de ficciones, de hombres que no son hombres, de autos fantásticos que no son autos fantásticos, de niños en miniatura que no son niños en miniatura, de osos que no son osos. Uno de esos juegos me llama poderosamente la atención, LEGO se llama, siempre quise uno pero eran caros. mi mamá no me compraba juguetes tan caros, no teníamos tanta plata. Igual no fui un niño caprichoso, si me compraban algo jugaba con eso, si no me compraban nada, me inventaba juguetes; los zapatos de mi padre eran autos, los cinturones avenidas, las medias enroscadas personas, y así cada cosa tenía un equivalente con eso que llamamos realidad.
Cuando paso por esa juguetería pienso en un posible niño, en una posible mamá. Un niño que dice que quiere un Lego, una mamá que se lo compra, un niño que dice que es su Lego, una mamá que lo corrige: No es tu Lego, nada es de nadie, todo pertenece al universo, ni siquiera tu cuerpo es tuyo, pues también pertenece al universo, entiendes? No, no entiendo, dice el niño, este Lego es mío, los niños en la escuela tienen juguetes y dicen que son de ellos, por qué este no habría de ser mío. La madre lo mira, se enternece, pero no baja la guardia, no es tuyo, ¿cuando mueras qué crees que va a pasar con ese juguete? ¿va a seguir siendo tuyo? Silencio. Mala mamá, eres mala, como decirle eso a un chico, hablarle de su muerte. Puede una mamá pensar en la muerte de su hijo sin siquiera sentir una incomodidad, es más, puede hablarle a su hijo de la muerte, comprarle un Lego y después hablarle de la muerte ¿qué clase de mamá haría eso?
Cuando el niño les dice a sus compañeros que sus juguetes no son de ellos casi le pegan. Si, es mío, esto es mío, me lo compró mi papá y ya no te lo presto. Bueno, dice el niño, si te mato en este momento de quien sería tu estúpido balón. Para esas preguntas no hay respuestas, hay llanto y desasosiego, que palabra más fea. También hay golpes, cuando los niños se cansan de intentar imponer lo que saben pegan, cuando no tienen razones hay puños, patadas, la ignorancia es violencia, pero hay cosas que nadie sabe, que nadie puede saber, deberíamos entonces pegarnos hasta morir para que las cosas vuelvan a ser y dejen de ser arquetipos de las cosas, un juguete es un juguete, un pedazo de plástico, es basura. Una muñeca es una muñeca, un pedazo de plástico, una pésima imitación de la realidad, un niño sin sexo, que no caga ni orina, basura, basura sin sangre, sin huesos, sin carne. A las niñas les gusta esa basura, a los niños les gusta también la basura, y dicen que es de ellos, mi mamá dice que son tontos, que solo yo no soy tonto, porque sé que nada es de nadie. Pero no le creo a mi mamá, a veces me hace sentir mal, a veces quisiera que estuviera muerta, pero después me arrepiento y lloro, y no quiero que se vaya, y no quiero que me deje solo, prefiero que me diga esas cosas malas que dice, y que me mire con sus ojos grandes y me toque la punta de la nariz con sus dedos fríos, y me diga que soy hermoso, que soy su cosita hermosa, y yo le digo que no soy de ella, que no soy de nadie, y así ella sonríe, porque le gusta que yo aprenda y en esa verdad desnuda hay algo que la estremece. Incluso a mí, que la digo con esa naturalidad que con ella dice esas verdades desnudas me estremece, pero juego a no ser débil, y recibo los golpes con risa. Me gusta que la realidad sea violenta, le da sentido a la vida. Si la muerte es paz la vida debe ser lo contrario.
La estación de olleros me lleva a los subsuelos, al calor del vaho humano. En el subte van todos deseosos, si pudieran se pondrían a coger en los vagones. Lo sé porque los he visto, puedo sentir que me desean, pueden sentir que los deseo, pero nadie hace nada, predomina la formalidad. Los niños no saben de eso, por eso golpean sin remordimiento, por eso son crueles, es su naturaleza. Y vuelve el niño y su madre. Quienes son, me pregunto. Seré yo y mi madre, no creo, son arquetipos, son mis arquetipos literarios, pero son posibles, tan solo tengo que creer en mis personajes para que cobren vida y empiecen a tener rasgos. Ella es delgada pero de ninguna manera débil. Ríe con ganas. El es menudo y torpe, pero tiene la fuerza de su madre. Es gente con actitud. Si subieran a este subte sin duda se harían notar, ella hablaría fuerte sin darse cuenta, él sería inoportuno y todos reiríamos con sus preguntas incómodas, a las cuales ella respondería con desparpajo, mirando de manera sinuosa a todos los habitantes momentáneos y escurridizos del vagón. Al bajar dejarían en todos la impresión indeleble de haber vivido un momento autentico, como espectadores, pero autentico, cercano al arte. Nuestras vidas no cambiarían, no de manera manifiesta, pero todos volveríamos en nuestra mente a ellos dos, a su belleza, no sabríamos por qué pero se instalarían como un mal pensamiento en nuestros días comunes, en nuestras vidas comunes, en nuestro aburrimiento común, y serían eso que no somos capaces de ser.
miércoles, mayo 27, 2009
Fatiga
Hace unos días entré a revisar el correo y me encontré con un mensaje nuevo. El remitente era last.fm, una página para escuchar música donde tengo un perfil. Siempre que llega un mensaje de un remitente inusual me alegra un poco el día, así que corrí a abrirlo. Decía lo siguiente: Viejo Irving, lo necesito en el msn!
Era William, más conocido como Zee en el mundo internetiano, el que necesitaba de mi presencia virtual. Lo conozco porque es un amigo de mi novio y nos hemos cruzado un par de veces. Aunque no llega a ser uno de esos contactos fantasmas del msn, tampoco es uno con el que hable mucho. Cuando hablamos es generalmente por algún arrebato de comunicación de alguno de los dos; o yo por comentar su foto del msn o él para preguntar por conocidos en común. Cosas así.
Fui al msn a ver de qué se trataba el nuevo arrebato. Para mi sorpresa era para ayudar en una publicación. Sobre qué, le pregunté. Me dijo que era algo sobre homosexualidad y vida cotidiana, un proyecto para ayudar a combatir la homofobia. Le pedí que me aclarara más la idea. Me habló de flickr, de artistas gay que retratan su vida cotidiana desde allí, de blogs y páginas autobiográficas. Quería que lo ayudara a buscar textos. Le contesté que aunque no entendía bien qué quería, me pondría a hacer la tarea, y así fue, me puse a buscar textos en esas páginas que alguna vez visité, cuando me interesaba ver qué hacían otros gays de sus vidas e Internet era la mejor manera de experimentarlo.
La búsqueda fue infructuosa, muchas de las páginas que visitaba entonces ya no existen, y las nuevas que fui encontrando no eran lo suficientemente sustanciosas como para animarme. Aunque hay muchos textos, la mayoría son relatos directamente dirigidos a lograr una erección en quien los lea, y si no hubiera estado haciendo la tarea que me encomendaron, con gusto me hubiera quedado un rato en ellos, pero no era lo que buscaba. También encontré interminables confesiones de lo difícil que es ser gay, de lo divertido, lo peligroso, y en fin, de eso que tampoco buscaba. En especial lamenté la pérdida de una página: Cojidos y tatuados (así, con mala ortografía), que tenía muy buenos textos sobre la movida de los homosexuales que se negaban a pertenecer a eso que los medios empezaban a llamar “la cultura gay”, donde el rosa, el diseño, la moda, la decoración y el arco iris predominaban. Esta página mostraba un lado más oscuro pero paradójicamente más colorido de lo que implica que a uno como hombre le gusten más las vergas que las conchas.
La ausencia de páginas como esta me llevó a pensar que aunque las nuevas generaciones crecen con más libertad de elegir qué quieren hacer de su vida sexual y sentimental, hay aún una necesidad de llamar a la diferencia con una etiqueta, y afiliarse a una ideología resulta siempre más fácil que decir yo soy esto, y soy único. Es así como muchos blogs de adolescentes se llaman La vida de un adolescente gay, o, Diario de un chico gay, o cosas por el estilo. La misma idea de hacer una publicación gay es abiertamente ideológica, y aunque no me molesta que así sea, pues entiendo que aún falta ahondar en esa lucha política, no deja de ser extraño que la reivindicación no vaya ligada a un discurso más amplio que no involucre sólo la sexualidad de unos tantos, sino la manera en que la sociedad occidental contemporánea se acerca a ella. Y con esto me refiero a que si por mi fuera, el discurso de género lo daría por descontado, y empezaría a involucrar la pregunta implícita que circula en chats, foros y mensajes de texto aquí y allá , y es la de ¿Qué tanto sabemos de nosotros mismos? ¿De nuestro cuerpo?
Pero me estoy yendo para otro lado y lo que se me pidió en principio fue tan sólo buscar textos y como no encontré nada que me interesara me puse a escribir uno sobre esa búsqueda infructuosa. Pero sería muy injusto si no nombro lo que sí encontré, una publicación que desde hace unos año es un punto de referencia importante dentro de lo que considero es el pensamiento homosexual independiente, y que reúne en unas cuantas páginas bicromáticas lo rosa y lo oscuro de la vida gay: la revista Butt, un magazín de factura impecable, altamente contestatario, que muy a mi pesar circula sólo en ámbitos reducidos. Allí es posible encontrar fotos y entrevistas desenfadadas que hacen pensar en la palabra Explícito, como una categoría pornográfica que no tiene cabida en un contexto sin doble moral, como la que propone esta publicación. Los textos que se encuentran en la Butt abordan la sexualidad sin ideologías, tan sólo por lo que es, una necesidad humana. No hay géneros, hay humanos que se comportan sexualmente, que tienen necesidades y las satisfacen o no, que viven y cuentan su vida. Eso es todo.
Creo que la homofobia existe en la medida en que existe la exclusión como método de control social, no es la homofobia en sí el problema, sino el miedo a ver las cosas desde cerca y aceptarlas como son. Me gustan los escritos que aún teniendo el componente sexual explícito, no tienen una posición de género.
¿Qué más puedo decir? Vivo con mi novio e intentamos renovar eso que nos hizo juntarnos día a día, como creo hacen las demás parejas. Somos abiertamente gays en el sentido en que manifestamos nuestros gustos sin inhibiciones y ocasionalmente participamos en algún tipo de activismo, más de contenido que de forma. Nos reímos de los convencionalismos e intentamos derrumbarlos en nuestra vida cotidiana, como filósofo él y como músico yo. Y eso es todo.
Era William, más conocido como Zee en el mundo internetiano, el que necesitaba de mi presencia virtual. Lo conozco porque es un amigo de mi novio y nos hemos cruzado un par de veces. Aunque no llega a ser uno de esos contactos fantasmas del msn, tampoco es uno con el que hable mucho. Cuando hablamos es generalmente por algún arrebato de comunicación de alguno de los dos; o yo por comentar su foto del msn o él para preguntar por conocidos en común. Cosas así.
Fui al msn a ver de qué se trataba el nuevo arrebato. Para mi sorpresa era para ayudar en una publicación. Sobre qué, le pregunté. Me dijo que era algo sobre homosexualidad y vida cotidiana, un proyecto para ayudar a combatir la homofobia. Le pedí que me aclarara más la idea. Me habló de flickr, de artistas gay que retratan su vida cotidiana desde allí, de blogs y páginas autobiográficas. Quería que lo ayudara a buscar textos. Le contesté que aunque no entendía bien qué quería, me pondría a hacer la tarea, y así fue, me puse a buscar textos en esas páginas que alguna vez visité, cuando me interesaba ver qué hacían otros gays de sus vidas e Internet era la mejor manera de experimentarlo.
La búsqueda fue infructuosa, muchas de las páginas que visitaba entonces ya no existen, y las nuevas que fui encontrando no eran lo suficientemente sustanciosas como para animarme. Aunque hay muchos textos, la mayoría son relatos directamente dirigidos a lograr una erección en quien los lea, y si no hubiera estado haciendo la tarea que me encomendaron, con gusto me hubiera quedado un rato en ellos, pero no era lo que buscaba. También encontré interminables confesiones de lo difícil que es ser gay, de lo divertido, lo peligroso, y en fin, de eso que tampoco buscaba. En especial lamenté la pérdida de una página: Cojidos y tatuados (así, con mala ortografía), que tenía muy buenos textos sobre la movida de los homosexuales que se negaban a pertenecer a eso que los medios empezaban a llamar “la cultura gay”, donde el rosa, el diseño, la moda, la decoración y el arco iris predominaban. Esta página mostraba un lado más oscuro pero paradójicamente más colorido de lo que implica que a uno como hombre le gusten más las vergas que las conchas.
La ausencia de páginas como esta me llevó a pensar que aunque las nuevas generaciones crecen con más libertad de elegir qué quieren hacer de su vida sexual y sentimental, hay aún una necesidad de llamar a la diferencia con una etiqueta, y afiliarse a una ideología resulta siempre más fácil que decir yo soy esto, y soy único. Es así como muchos blogs de adolescentes se llaman La vida de un adolescente gay, o, Diario de un chico gay, o cosas por el estilo. La misma idea de hacer una publicación gay es abiertamente ideológica, y aunque no me molesta que así sea, pues entiendo que aún falta ahondar en esa lucha política, no deja de ser extraño que la reivindicación no vaya ligada a un discurso más amplio que no involucre sólo la sexualidad de unos tantos, sino la manera en que la sociedad occidental contemporánea se acerca a ella. Y con esto me refiero a que si por mi fuera, el discurso de género lo daría por descontado, y empezaría a involucrar la pregunta implícita que circula en chats, foros y mensajes de texto aquí y allá , y es la de ¿Qué tanto sabemos de nosotros mismos? ¿De nuestro cuerpo?
Pero me estoy yendo para otro lado y lo que se me pidió en principio fue tan sólo buscar textos y como no encontré nada que me interesara me puse a escribir uno sobre esa búsqueda infructuosa. Pero sería muy injusto si no nombro lo que sí encontré, una publicación que desde hace unos año es un punto de referencia importante dentro de lo que considero es el pensamiento homosexual independiente, y que reúne en unas cuantas páginas bicromáticas lo rosa y lo oscuro de la vida gay: la revista Butt, un magazín de factura impecable, altamente contestatario, que muy a mi pesar circula sólo en ámbitos reducidos. Allí es posible encontrar fotos y entrevistas desenfadadas que hacen pensar en la palabra Explícito, como una categoría pornográfica que no tiene cabida en un contexto sin doble moral, como la que propone esta publicación. Los textos que se encuentran en la Butt abordan la sexualidad sin ideologías, tan sólo por lo que es, una necesidad humana. No hay géneros, hay humanos que se comportan sexualmente, que tienen necesidades y las satisfacen o no, que viven y cuentan su vida. Eso es todo.
Creo que la homofobia existe en la medida en que existe la exclusión como método de control social, no es la homofobia en sí el problema, sino el miedo a ver las cosas desde cerca y aceptarlas como son. Me gustan los escritos que aún teniendo el componente sexual explícito, no tienen una posición de género.
¿Qué más puedo decir? Vivo con mi novio e intentamos renovar eso que nos hizo juntarnos día a día, como creo hacen las demás parejas. Somos abiertamente gays en el sentido en que manifestamos nuestros gustos sin inhibiciones y ocasionalmente participamos en algún tipo de activismo, más de contenido que de forma. Nos reímos de los convencionalismos e intentamos derrumbarlos en nuestra vida cotidiana, como filósofo él y como músico yo. Y eso es todo.
sábado, abril 11, 2009
De música y leyes
Un reciente caso judicial me puso a pensar. Joe Satriani demandó a Coldplay por plagio. Según Satriani, o Satch, como lo llaman cariñosamente en los foros, la canción Viva la vida que da título al último álbum de Coldplay es una copia de If I could fly, de su autoría. La verdad tanto Coldplay como Satch me tienen sin cuidado, no me gusta lo que hacen, y pensar que alguien quiere copiar su música me repugna un poco. Pero sí me interesa el tema del registro musical. Indagando en foros encontré que en efecto las canciones son muy similares; casi idéntica estructura de acordes, melodías cercanas, mismo tempo (para los que no están familiarizados con el lenguaje musical, los músicos llamamos tempo, así, en italiano, al pulso o beat, aunque decimos que tiene implicaciones de carácter), y ambas bastante horribles. Algunos foristas se atrevieron a ir más allá y sugirieron similitudes con un tema de Los enanitos verdes, y otro de Cat Stevens, que aunque un poco más alejados, usan los mismos acordes y melódicamente son comparables. Y sí, en ninguna de esas cuatro canciones desaparece el elemento que las hace despreciables (habrá que leer la letra de Cat). Sin duda Satch quería hacer algo de dinero, y Coldplay recurrió al plagio para subsanar su falta de interés por hacer algo distinto a lo que han venido haciendo en sus últimos tres discos. Pero la pregunta es ¿a quien plagió entonces? ¿a Satch, a Cat o a los Enanos? O al inventor de esa progresión armónica, de esos acordes, de esas notas, del ritmo, que vendría a ser... ahhh, claro, la construcción cultural que como sociedad le dimos a eso que llamamos música, es decir a nadie y a todos.
Distingo dos tipos de problemática acá, por un lado la legal, aquella que vincula al autor de algo con su obra de manera perenne y pretende, a mi entender, que si algunos productos artísticos (ojo al lenguaje) son sospechosamente parecidos, deben pagar por eso; y por el otro lado, el problema de valoración del arte dentro de un mercado y sus implicaciones en el contenido del mismo.
Desde el punto de vista sonoro las dos canciones son totalmente distintas. La de Satch con una base de guitarra amplificada para sonar ochentera, la de Coldplay con un arreglo de cuerdas. La melodía principal (me gusta pensar la armonía en términos de melodía también) la hace la voz en la de los ingleses y en la otra una guitarra. Y bueno, podemos seguir así hasta darnos cuenta de que en realidad no hay ningún timbre que las una, están pensadas de forma muy distinta, tal vez las frecuencias correspondan, pero tener la altura como único parámetro determinante en el parecido de dos piezas musicales, no deja de ser inquietante. Es como si un cuadro fuera parecido a otro sólo por usar los mismos colores. Y utilicé la palabra sonoro, como si en lo musical hubiera algo más, y me pregunto ahora, ¿lo hay? Sí, al parecer sí, lo musical desde el punto de vista legal es lo otro, los acordes, las melodías, las notas, las convenciones que aceptamos para construir alrededor de ellas significados con lo que oímos. Pero entonces cual es el problema, ¿no son acaso un bien colectivo esas notas y esos acordes? ¿debemos cuidarnos de no inventar progresiones ya grabadas? ¿es eso posible?. Cómo harían entonces los que tocan blues, ¿inventar otra armonía a un género que se define desde un grupo de acordes y escalas, y que puede ser el mismo de canción en canción?
Creo que Satch está meando fuera del tiesto, pero también creo que en parte lo está porque la legislación que se ha creado para proteger la creación de los músicos no ha sabido hacia donde dirigir su fuerza coercitiva. Pero también veo que el problema es más amplío aún, y tiene que ver con el mercado, que ha forzado a ciertos músicos a quedarse con lo dado, con lo que ya se probó comercialmente y tuvo éxito. Mucha de la música que se escucha en la radio viene de esa fórmula del éxito, y la mayoría tiende a ser muy similar, pero son tantas las posibilidades que hay, aún dentro de ese estrecho marco, de que esos tres acordes suenen distinto, que me parece realmente desafortunado que se presenten casos como este, y más que un fallo judicial en contra o a favor de los implicados, lo que debería suceder es un veto del público, por aburrimiento.
Bueno, he estado ausente y me dio por escribir sobre esto, de alguna manera me culpo un poco por la ausencia, pero tengo cosas que debo digerir antes, y al parecer la comida estuvo pesada para este personaje que escribe. Creo que es hora de un buen laxante. Hasta la próxima.
Distingo dos tipos de problemática acá, por un lado la legal, aquella que vincula al autor de algo con su obra de manera perenne y pretende, a mi entender, que si algunos productos artísticos (ojo al lenguaje) son sospechosamente parecidos, deben pagar por eso; y por el otro lado, el problema de valoración del arte dentro de un mercado y sus implicaciones en el contenido del mismo.
Desde el punto de vista sonoro las dos canciones son totalmente distintas. La de Satch con una base de guitarra amplificada para sonar ochentera, la de Coldplay con un arreglo de cuerdas. La melodía principal (me gusta pensar la armonía en términos de melodía también) la hace la voz en la de los ingleses y en la otra una guitarra. Y bueno, podemos seguir así hasta darnos cuenta de que en realidad no hay ningún timbre que las una, están pensadas de forma muy distinta, tal vez las frecuencias correspondan, pero tener la altura como único parámetro determinante en el parecido de dos piezas musicales, no deja de ser inquietante. Es como si un cuadro fuera parecido a otro sólo por usar los mismos colores. Y utilicé la palabra sonoro, como si en lo musical hubiera algo más, y me pregunto ahora, ¿lo hay? Sí, al parecer sí, lo musical desde el punto de vista legal es lo otro, los acordes, las melodías, las notas, las convenciones que aceptamos para construir alrededor de ellas significados con lo que oímos. Pero entonces cual es el problema, ¿no son acaso un bien colectivo esas notas y esos acordes? ¿debemos cuidarnos de no inventar progresiones ya grabadas? ¿es eso posible?. Cómo harían entonces los que tocan blues, ¿inventar otra armonía a un género que se define desde un grupo de acordes y escalas, y que puede ser el mismo de canción en canción?
Creo que Satch está meando fuera del tiesto, pero también creo que en parte lo está porque la legislación que se ha creado para proteger la creación de los músicos no ha sabido hacia donde dirigir su fuerza coercitiva. Pero también veo que el problema es más amplío aún, y tiene que ver con el mercado, que ha forzado a ciertos músicos a quedarse con lo dado, con lo que ya se probó comercialmente y tuvo éxito. Mucha de la música que se escucha en la radio viene de esa fórmula del éxito, y la mayoría tiende a ser muy similar, pero son tantas las posibilidades que hay, aún dentro de ese estrecho marco, de que esos tres acordes suenen distinto, que me parece realmente desafortunado que se presenten casos como este, y más que un fallo judicial en contra o a favor de los implicados, lo que debería suceder es un veto del público, por aburrimiento.
Bueno, he estado ausente y me dio por escribir sobre esto, de alguna manera me culpo un poco por la ausencia, pero tengo cosas que debo digerir antes, y al parecer la comida estuvo pesada para este personaje que escribe. Creo que es hora de un buen laxante. Hasta la próxima.
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