domingo, septiembre 23, 2007

I fotutti

-Aló
-Aló
-Si, con quien hablo?
-A quien necesita
-Raúl?
-No, a quien necesita?
-Pues a Raul, pero he de estar equivocado porque no reconozco su voz
-Eso parece
-Disculpe
-No hay problema


-Aló
-Otra vez marcó mal, le contesta la misma persona con la que habló hace unos segundos.
-Hágame un favor entonces, dígame qué número es ese
-Me temo que no voy a poder hacer eso, más bien dígame a qué número marcó usted
-Pero eso es ridículo, marqué a su número, y por eso me contesta usted, y está claro que si la primera vez pude haber marcado mal, no lo habría hecho la segunda, a menos que me tome usted por un total imbecil, que dado lo poco que nos conocemos, me parecería una completa falta de respeto.
-Le decía que no puedo dárselo porque la verdad no me lo sé.
-Y cómo, acaso no vive usted allá?
-Acaso tengo que vivir acá para contestar el teléfono? Creo que usted está confundido, bastan tan sólo tres condiciones para que yo conteste este teléfono, y ninguna de ellas implica el que yo viva en este sitio y me sepa el número.
-Ah, y cuales son esas tres condiciones, si me las puede decir?
-Claro que puedo, de otra forma no habría seguido con esta conversación absurda.
-Y yo puedo escucharlas, tal vez por la misma razón, así que adelante.
-Me basta con encontrarme en este lugar, tener la voluntad, y lo más importante, que alguien llame
-Alguien como yo
-Exacto, y disculpe que le diga, pero no es un apunte muy perspicaz de su parte
-Lo sé, tiendo a decir cosas obvias
-Y a hablar con extraños
-Por eso me dejó mi esposa
-¿Por hablar con extraños? ¡Pero que tirana!
-No, por decir cosas obvias
-¡Pero que tirana!
-Si, pero da igual, total, eso fue hace mucho
-Lo siento, pero si la mencionó fue por algo
-No se preocupe, y en parte tiene razón, si la mencioné fue por algo, pero no quisiera hablar de eso.
-Entonces asumo que quiere hablar de algo.
-Pues sí, es cierto que a veces se llama a alguien sin saber bien para qué, pero no es mi caso
-Y de qué se trata
-No, de ninguna manera pienso contarle, lo aburriría a muerte, mas bien lo…
-Espere, hay ruidos abajo, ahora vuelvo
-No se demore

-Ya. Debió ser un gato, en qué íbamos?
-No recuerdo, demoró usted mucho
-Discúlpeme, pero ya sabe cómo son las cosas en estos días, un descuido y uno termina golpeado y en calzoncillos viendo como se culean a su esposa un par de adolescentes drogados.
-Bueno, no hay que ser tan paranoicos, las cosas pasan cuando tienen que pasar y ya sé que es una estupidez esto que digo, disculpe, no estoy de humor para tener una conversación de esas en las que no se dice nada.
-Si quiere podemos cortar la conversación aquí.
-No, la verdad me gustaría seguir hablando. La oportunidad de hablar con un extraño no se da todos lo días, y resulta que usted es un extraño que me agrada
-Déjese de estupideces, si eso de hablar con extraños es de lo más común, o acaso usted no habla con quien le vende el pan, con los cajeros, con los taxistas, con señoritas al otro lado del teléfono, a quienes les pagan precisamente por eso.
-Si, pero usted sabe bien que no me refiero a ese tipo de conversaciones, sino a una como esta.
-Perdone usted que siga siendo descortés, pero no le veo nada de particular.
-Entonces para usted es normal quedarse hablando con quien llama equivocadamente a su casa?
-Ya le dije que no es mi casa, ni siquiera me sé el número. Y sí, lo encuentro perfectamente normal, tan normal como hablar solo por la calle, o preguntarle a un perro si tiene frío. Son cosas que hacemos, por que debería sorprenderme algo así?
-Tal vez tenga razón, pero no quiero seguir alentando su argumentación inocua sobre un tema que tanto a usted como a mí nos tiene sin cuidado. Y en cambio sí me interesa saber qué hace usted allí a esta hora, siendo que no es su casa.
-Antes de decir cualquier cosa, tengo que aclarar, por el bien de la lógica gramatical y circunstancial, que no necesita esta ser mi casa, para que yo pueda contestar su teléfono, y si, sé bien que fui yo el que sugirió semejante barbaridad, pero tal vez pretendía tan solo retarlo de alguna manera, para sacarlo de esa lógica cartesiana, que lo lleva a inferir cosas equivocadas. Pero lo único que logré fue comprobar lo que me temía, usted es una de esas personas a las que tienen que decirle de qué color son las cosas, para que empiecen a verlas, así el color no corresponda con la realidad física, que como bien sabemos, es bastante escurridiza en estos tiempos de teorías del caos y de órdenes aleatorios.
-Y de violaciones a domicilio
-Exactamente.
-Y de conversaciones con extraños, que resultan de una lucidez exasperante.
-Lo mismo digo.
-Lo único claro es que usted está en la casa de mi amigo Raúl.
-Y que no sé quien es, por lo cual surge una pregunta realmente inquietante, y es la siguiente: ¿qué carajos hago en esta casa, siendo que no hay nada que me una a ella y a sus habitantes? Y de esa pregunta emana una respuesta aún más controversial y temible. No sé.
-Pues me temo que yo tampoco.
-Si, créame que no esperaba otra cosa de usted.
-Gracias por la sinceridad, es un elemento bastante inusual entre dos personas que apenas empiezan a conocerse.
-Si, pareciera que para llegar a ella, tuviéramos que vivir una vida juntos, y llegar a la conclusión inevitable…
-¿Que el matrimonio es el mal menor?
-No, que alguien va a entrar, y lo más aconsejable es que me vaya de acá, no quisiera alarmar inoficiosamente a su amigo Raúl.
-Pues es muy considerado de su parte.
-Lo sé. Fue interesante hablar con usted, al menos mejor que estar acá esperando.
-¿Esperando qué?
-Que llegara su amigo, para finalmente poder verlo.
-¿Para que quería verlo?
- Lo tengo que dejar, fue un placer, chau.
-Espere…, no se vaya. Mierda.