miércoles, julio 30, 2008

Algo de aquí y de allá

Quería escribir sobre Ingrid. De hecho empecé un escrito, pero se desgastó rápidamente, es evidente que me importa un pepino, y que hablar más del asunto es una desproporción, una gota más de fango en el pantano del inmediatismo. Así que no, me resisto a ser mediático, a comentar las marchas por la libertad y la paz, cómo si esas palabras me dijeran algo, y me importara la vida de los secuestrados, algo más que para medir qué tan humanitario me quiero sentir en determinado momento y frente a quien. No creo que el secuestro sea peor que las desapariciones forzadas o la tortura, y para no ir más lejos, que el desplazamiento forzado, así que a la mierda con sus marchas y sus buenos sentimientos, creo que hay causas más universales, o mejor aún, más locales, menos engañosas y esquivas, más tangibles y que en verdad podrían significar un cambio en la vida de las personas, las que nos importan. Afortunadamente en la caverna no se escucha nada ni se ve nada, y puedo sentir con claridad el sonido de mi cuerpo, de mi corazón latiendo, de mi humanidad desplazándose por las superficies, rozando con las sabanas, con el piso de madera, con las teclas plásticas de mi teclado. Y así pasan los días, sin que necesite mucho, tan sólo salir un par de cuadras para comprar provisiones y volver presuroso con los ojos aún entrecerrados, acostumbrados ya a la poca luz. Empiezo mi transformación. Cuando los días comienzan a cualquier hora, y las horas no tienen una relación con la luz solar, el tiempo pierde significado, sencillamente estoy, me muevo por el recuerdo de lo que alguna vez fue una vida de esas que creemos normales, con horarios y deberes, preocupaciones. Viene a mi mente como si hubiera sido un sueño, y no me queda más que preguntarme, cómo no me pude dar cuenta antes, si era tan evidente, la vida no es eso, sólo eso. Pero son todas conjeturas bastante banales, si la vida es esto o aquello es algo que nunca sabré. Un día tengo certezas, otro creo que soy un idiota por haberlas tenido, y se convierte en una nueva certeza, e cosí via… hasta que veo una película, un titular, y leo de nuevo a Saul Below, para ponerme a pensar en nuevas cosas. La película es zoo, un argumental con las voces de los protagonistas sobre un hecho judicial que involucraba prácticas zoofílicas de un grupo de hombres en el estado de Washington con caballos. Un hombre es llevado a un hospital de provincia. Se desangra por dentro, una fisura en el colon causa un daño irreparable en su organismo y muere poco tiempo después de haber ingresado. Hasta ahí, nada muy comprometedor. No se tardará mucho en dar con las causas de una herida tan inusual. No es secreto que la gente se mete cosas en el culo, hay todo un historial de chistes médicos al respecto, y si hablan con un doctor, con seguridad saldrá con algo interesante en materia de objetos que pueden introducirse y que terminan haciendo daño o no saliendo, en los casos más embarazosos; por eso los médicos son así, con esa expresión de parca complicidad, en realidad no hay nada que los pueda sorprender de la naturaleza humana. Un caballo había penetrado a ese hombre y por eso se estaba desangrando por dentro. Era un trabajador de la Boeing, con familia, un buen sueldo, estabilidad e cosí via… El titular es sobre una supuesta red de abusadores de menores. Al parecer los menores eran abordados en cibers de Barrio Norte (un honorable barrio, de esta honorable ciudad), por jóvenes que los incitaban a ir a fiestas. En esas fiestas veían sexo entre hombres. No pasaba mucho tiempo para que fueran los menores los protagonistas de ese sexo. El cerebro de todo esto, al parecer (está en investigación) es un reconocido docente universitario, autor de varios libros, y ohhh sorpresa, algunos sobre violencia familiar, decían los medio bonarenses. Pero qué es tan aberrante en el asunto, por qué resulta tan indignante. ¿Jóvenes de catorce años con ganas de sexo? ¿qué extraño no? ¿Gente que da todo, hasta su buen nombre y su libertad por verle la pija a un adolescente? ¿Qué raro no? Los buenos ciudadanos se escandalizan. Pero no sé bien por qué, acaso porque esperan un comportamiento distinto de alguien educado, ¿pasaría lo mismo si quienes cometen estos actos fueran ignorantes? ¿la indignación es por el acto en sí o por quién lo comete?. El hombre que murió en Washington sacó a la luz una pregunta que desde lo más profundo de nuestras bases morales nos atormenta, ¿somos producto de una sociedad que excluyó por completo nuestro lado animal y cuando este se cuela por los fondillos de nuestro intrincado juego de pretensiones y apariencias, y se presenta tal cual es, lo que hacemos es darle la espalda y condenarlo, sabiendo que viene de nosotros mismos, que todos lo tenemos dentro?

Saul Bellow es otra cosa, afortunadamente, pero por el momento dejo así, tan sólo quería hacer presencia de alguna manera.