domingo, junio 29, 2008

Desde la caverna

No será el lugar más grande, ni el más lindo, ni el más limpio, ni el más propio, pero acá estamos, y bueno, como tiendo a ser optimista, creo que no sólo será el más grande y el más lindo, sino el más propio mientras vivamos en él, nunca el más limpio, pero no se lo puede tener todo. Ya hace rato que no me aparecía por está paginita (como le gusta adjetivar a nuestro presi) y hasta de aburrido me habían acusado, pero ya estoy al volante de nuevo y con los tanques llenos, desde otro lugar, con menos cargas encima y dichoso de la vida, entre bondiolas y comedores de tenedor libre, nueva vida, nuevos escritos, viejas formas de contar. Pero ahora desde la Nueva York del tercer mundo.

A dos cuadras vive Charly García. Cuando subo las escaleras del subte en Bulnes, y salgo al no tan frío invierno porteño y me dirijo al apartamento; veo hacia arriba, hacia el séptimo piso del edificio de la esquina de Coronel Díaz y Santa Fe. Hace dos días que las luces están prendidas, ya debe estar de nuevo en su apartamento, recuperándose aún de la neumonía, que fue asunto nacional por estos lares como lo son en los nuestros las rupturas de Juanes o las demandas de Natalia Paris, nuestra adelantada anti-diva, precursora de la estupidez hecha forma de vida, esa misma que vendrían a vendernos como diversión los de la fox, cuando una jovencita de nombre Paris (¡oh coincidencias!), le decía a todos los jóvenes del mundo que lo único que importa es el dinero. Nosotros no tenemos un Charly, ese ser que cuando escupe sale en todos los diarios, el que siempre está en el ojo del huracán, inventando nuevas formas de sorprender a un público amarillista ansioso de miserias, no, nosotros tenemos seres míticos, las verdaderas estrellas, dioses apolíneos que pareciera solo piensan en el bien común, en salvar el mundo y besar niños con sida, los que están siempre bien, aún después de una ruptura amorosa, los que nunca dicen nada, porque nunca se les pregunta nada, los típicos seres mediáticos sin carne, que tanto gustan a quienes buscan vidas como las de ellos, sin sangre, sin vida, la mitificación de lo humano, de lo que en apariencia todos queremos ser. Charly es dionisiaco, un personaje incómodo, siempre borracho, siempre drogado, siempre en problemas, si no es un vaso de agua en la cara de Bjork, es un golpe en la cara a un actor de segunda que termina por desatar sentimientos de patria. Lo más parecido que tenemos a Charly en nuestro país dionisíaco de anhelos apolíneos, es a Cesar Vallejo, que por su condición de escritor, pasa desapercibido en un país de pocos lectores y su irreverencia tan sólo ofende a unos cuantos colombianos de “bien” que en vez de cagar, hacen popó. Pero afortunadamente Charly es mucho más que su propia imagen, cosa que no puedo decir de nuestras “estrellas” fugaces. Es un verdadero artista, (palabra perrateada por los presentadores de noticieros), y su fuerza creativa no está en lo que dicen los diarios, sino en su música, su verdadera arma de irreverencia para el mundo. Por estos días nada anda bien para el pobre, su disco nuevo resultó colgado en internet sin su consentimiento, está enfermo y su situación financiera es tan precaria que pensaba vender el apartamento de Santa Fe y Coronel Díaz para financiar el lanzamiento de su nuevo disco, que bueno, ya está entre el público, y ningún sello querrá comprarlo, una lástima. Pero por acá no sólo se habla de él, también está el flaco, otro gigante de pocos kilos que no para de hacer música y que a cambio de Charly, acaba de sacar su último disco y por lo que escuché en ese local en Corrientes, está muy bueno. La próxima semana será Leo Masliah y dentro de dos meses Laurie Anderson, y después Les Luthiers y The cure. Nada mal. Ojalá siga viendo la luz prendida en el apartamento de Charly, ya estará pensando en cómo salir de esta, es lo bueno de no ser una estrellita sin carne.