viernes, noviembre 25, 2005

Adams, el aperitivo esperado.

Anoche estuve en la premier, veinte años tarde, en Colombia, de un compositor estadounidense que según críticos y conocedores, es el compositor contemporaneo más reconocido y tocado. Entiendan que acá el termino compositor, incluye a todos los que en linea desde el canto gregoriano hasta stockhausen, han contribuído con partituras y pensamientos a la tradición de la llamada música clásica, término que en nada ayuda a clarificar de qué se trata, pero es el planetariamente aceptado, no digo universal. Es un termino excluyente, y compoitores de otras músicas tambien deben ser llamados compositores, pero acá, para hacerme entender, les propongo una pregunta: ¿no es acaso la diferencia entre arte popular y arte (de esferas no populares) un hecho meramente económico y cultural? que en un pais pobre como el nuestro se exalta innecesariamente, haciendo que predomine la visión de clase, y viendo esta "clase" como poder de hacer y de pensar por los otros. Pero me estoy desviando, a lo que iba es que se estrenó una obra de Jhon Adams (aparece en mis enlaces si quieren saber más) llamada "chairman dances" escrita en 1985.

Adams no era el plato fuerte, pero en la boletería estaba impreso su nombre como si lo fuera, sin el Jhon claro está, para que cupiera la duda de pensar que se tocarían arreglos orquestales de Bryan Adams. Afortunadamente no fue así, el aperitivo era minimalista (como el pobre programa de mano lo indicaba) y continuaba con un concierto doble de Bach y la segunda sinfonía de Brahms como postre (un final algo pesado para la noche). La orquesta estuvo bien y el director invitado (tengo que decirlo, es algo que se tiene que decir) un negro altísimo, impecable.

El único lunar fue el violinista solista en el doble concierto de Bach, que parecía en franca competencia de velocidad para llegar a la ansiada meta cadencial del tercer movimiento fugado. Llegó de primero, eso si, pero no ganó nadie y perdió ante todo la música.

Es un alivio que se toquen por fin, cosas de los minimalistas en orquestas colombianas, pues ya se ha tenido bastante de musica contemporanea que nadie entiende y nadie toca bien (a veces ni el compositor la entiende) y que termina por ser un aburridora experiencia para todos, sobre todo para el público. Espero se sigan montando más minimalistas, para superar de una vez por todas, lo aleatorio en la musica contemporanea colombiana.

sábado, noviembre 19, 2005

Cuento por entregas (primera entrega)

La primera vez que fue a una de esas reuniones, no se molestó en aceptar los comentarios que desde las bocas de todos salían para alabar su obra. Fue unánime. Pensamientos profundos y una sensibilidad única, lo llevaban a crear personajes sólidos, creíbles e interesantes. Eran sus grandes virtudes como escritor. Él lo sabía, pero siempre es bueno que lo diga alguien más. Eso también lo sabía. El cuento leído fue “Calzoncillos en la mesa”. Un narrador cambiante, personajes comunes en situaciones no comunes, lenguaje fluido, pero sobre todo, buen ritmo, a todos les gustaba su ritmo. Para la siguiente sesión, preparó con esmero la trama de lo que sería su primer cuento largo. Era un escritor de ideas sencillas sin ambiciones poéticas. Esta vez la unanimidad no se dio. Falta trabajo, los tiempos no son claros, no hay coherencia, frases cliché, personajes poco interesantes, redundancia, aún así, no se atrevieron a negar que tenía buen ritmo. Se había leído “Noches de Padawan”. Un rebuscado intento por reunir a los integrantes de un grupo de rock, que nunca fue famoso, en el planeta Padawan, inventado por ellos mismos para un álbum conceptual. Durante la tercera reunión el silencio después de leer su cuento no fue roto por nadie, no quiso ser roto por nadie, sólo por él, que finalmente se atrevió a decir que quería ir al baño. Sin ganas de orinar se acomodó frente al espejo, se observó detenidamente, era el mismo de siempre. Al volver, todos evitaron mirarlo. Esta vez nadie habló del ritmo. Más personales, debo hacer mis cuentos más personales, se dijo. Faltó a dos reuniones seguidas, estaba preparando su cambio de estilo. No fue fácil llevarlo acabo. Repasó distintos momentos de su vida, buscó en su familia los personajes que quería, en la calle las situaciones y los lugares apropiados, en su mente, en lo que le quedaba de su vida pasada, en eso que llamamos recuerdos. Lo tituló “En la biblioteca de papá”. El trasegar pausado y meditabundo de un personaje (el mismo) por la biblioteca de su padre muerto. La unanimidad se dio de nuevo, todos acertaron en decir que era una porquería. No sólo le faltaba trabajo al lenguaje, sino al personaje; poco creíble, engañoso erudito de 15 años maravillado por el recuerdo de un ser que, francamente, no era importante. Final predecible, en suma, algo que no debió escribirse. No volvió.

Pasó de la gloria al escarnio literario en tan sólo tres textos, pero siguió escribiendo para sí mismo. Su siguiente aventura la tituló “Los madrigales perdidos de Teodoro Mendela”, inspirada en la obra, no tanto en la vida, del excéntrico compositor napolitano Cecco Caperussi (cheko, caperusssi) cuya excentricidad permeó también su música. La trama era compleja, pero no tanto como el desciframiento de textos en italiano antiguo que tuvo que traducir para darle vida literaria a los madrigales de Teodoro Mendela, un modesto profesor universitario obsesionado con la idea de continuar la obra de Caperussi, interrumpida por el uxoricidio. Para ello, Teodoro decidió matar a su esposa. El texto resultante, lo envió a la editorial Taxus, que no se molestó siquiera en responder con una negativa.

domingo, noviembre 13, 2005

Un ensayo que desgraciadamente sigue vigente



¿EL GLIFOSATO, ARGUMENTO POLITICO O CIENTIFICO?

El uso del glifosato en Colombia ha tenido diferentes etapas, no todas ellas relacionadas con los cultivos ilícitos, pues desde la década de los setentas se lo ha venido utilizando como herbicida en cultivos lícitos y aún hoy, según palabras de Juan Pablo Bonilla, delegado de Colombia para el Foro de Ministros del Medio Ambiente de América Latina y el Caribe realizado en Panamá, sólo 17 o 18 por ciento del glifosato que ingresa a Colombia se emplea en fumigar cultivos de droga.

En la década de los ochentas, durante los gobiernos de Belisario Betancourt y Virgilio Barco, el glifosato se usó para erradicar cultivos de marihuana y amapola, 5.546 hectáreas sembradas con marihuana fueron fumigadas con 11.418 galones de glifosato. A este golpe disuasivo contra los cultivos ilícitos se lo llamó la primera “gran victoria”, aunque estudios posteriores hayan demostrado que, si bien el pesticida fue exitoso en su labor, los cultivos rápidamente fueron trasladados a la Sierra Nevada y la Serranía del Perijá, lugares donde el rendimiento por hectárea de la planta, debido al cambio de suelo, se incrementó, aumentando además su componente alcaloide de THC, que la hizo más deseable para los consumidores. La evidencia demuestra que la política represiva, lejos de lograr una disminución en la producción, incentivó el negocio haciéndolo más productivo.

La fumigación de marihuana cesó hacia 1989 cuando descendió la oferta debido a que en Estados Unidos se empezó a cultivar con éxito la variedad “sin semilla”. Las versiones oficiales de este revés inesperado apuntaron a loar las medidas tomadas respecto a la erradicación de cultivos y la labor de las fumigaciones, específicamente.

En los noventas la “nueva amenaza” contra la salud publica estadounidense fue la amapola, de la cual se extrae la heroína. Las fumigaciones con glifosato de nuevo empezaron, basadas esta vez en la “exitosa campaña guatemalteca contra la amapola” que arrojó datos no muy distintos a los colombianos, respecto al cultivo de la marihuana en los 80’s y que casualmente coincidió con un posterior aumento en las hectáreas cultivadas, tal como pasó en Colombia.

Actualmente se realizan aspersiones de glifosato en cultivos de cocaína y amapola a lo largo de gran parte del territorio nacional a pesar de no haberse logrado resultados contundentes en las décadas pasadas y en ocasiones haber contribuido a su proliferación, con el agravante de que este herbicida se encuentra ahora en la mira de grupos ecologistas y no solo, a causa de los continuos reclamos, quejas y denuncias provenientes de los habitantes de las zonas en donde se hacen las fumigaciones, respecto al daño ambiental, la aspersión sobre cultivos lícitos de los cuales depende su supervivencia y el deterioro de su salud.

Al parecer, lo que en un comienzo fue una alternativa represiva apoyada por el gobierno estadounidense contra la producción de estupefacientes desde su eslabón primario, como lo es el cultivo, consistente en erradicar las plantaciones por medio de herbicidas probados en laboratorios del primer mundo a base de glifosato, en su formulación más usada (round-up), terminó teniendo alcances inimaginados por quienes desde un escritorio plantean soluciones inmediatistas, con base a intereses minoritarios, a problemas de magnitudes sociales muy amplios que, desde el hermetismo de un laboratorio es imposible vislumbrar.

¿Cómo se sustenta la decisión de continuar con las fumigaciones con glifosato después de tener antecedentes tan negativos después de más de dos décadas de estar utilizándolo? ¿Por qué a pesar de tener serias dudas acerca de las consecuencias a largo plazo producidas por este herbicida no se han tomado medidas de mayor seguridad para impedir que la población termine siendo afectada? ¿Con qué argumentos el gobierno defiende su posición? ¿Dónde queda el debate científico y donde empieza el debate político?. Estos son sólo algunos de los cuestionamientos que se pueden desprender del tema y que a continuación intentaré responder.

Consideraciones científicas a tener en cuenta

El glifosato corresponde a la N-FOFONOMETIL GLICINA, es producido por MONSANTO Co., en Saint Louis- Mo., U.S.A, bajo el nombre registrado de ROUND-UP desde 1971. En Colombia es distribuido y comercializado por MONSANTO COLOMBIANA INC., y está amparado por la licencia ICA 756 de 1972. Se emplea para el control posemergente de la mayoría de las gramíneas, ciperáceas y de hoja ancha, tanto perennes como anuales. Es un producto de amplio espectro y se trastoca a través de la planta, desde las hojas hasta las raíces y luego hacia su interior. Los daños externos consisten en un amarillamiento gradual de las partes verdes de la planta que avanza hasta producir la necrosis total del follaje y posteriormente con las partes subterráneas: Raíces, rizomas y tubérculos. Estos efectos se manifiestan al cabo de siete días, aunque el tiempo de acción del glifosato depende de las condiciones climáticas, geográficas y topográficas del terreno. Es un herbicida sistémico, que actúa en los procesos internos de la planta. Nos es selectivo, por lo cual no discrimina entre malezas y cultivos benéficos, entre plantas ilegales y bosques nativos. Teniendo en cuenta esto, se aconseja aplicarlo con aspersores de espalda en forma dirigida, de lo contrario, si se hace mediante aeronaves es necesario un estricto control sobre las boquillas utilizadas para su aspersión, como también sobre la altura y la velocidad del viento, cual si fuera un misil teledirigido.

Sus efectos en el medio ambiente y en la salud humana aún están siendo estudiados, y los resultados no parecen ser concluyentes. Además se deben tener en cuenta denuncias hechas a los encargados de hacer las pruebas correspondientes para provar su seguridad que apuntan a señalar graves irregularidades, según el doctor argentino Jorge Kaczewer “los que inicialmente realizaron en EE.UU. los estudios toxicológicos requeridos oficialmente para el registro y aprobación de este herbicida, han sido procesados legalmente por el delito de prácticas fraudulentas tales como falsificación rutinaria de datos y omisión de informes sobre incontables defunciones de ratas y cobayos, falsificación de estudios mediante alteración de anotaciones de registros de laboratorio y manipulación manual de equipamiento científico para que éste brindara resultados falsos”

Otras preocupaciones provienen de la falta de estudios previos sobre los suelos que serían afectados por las fumigaciones, muy distintos de aquellos donde se hicieron pruebas en el primer mundo. Y que seguramente es un factor determinante en el modo de actuar del herbicida y en su permanencia en el suelo.

La diversidad de suelos en los que se encuentran cultivadas estas plantas ilícitas es tan amplía que es necesario un estudio en singular de cada suelo a intervenir, esto implica inversiones en investigación científica, claro está, si se tiene interés en preservar la fauna nativa.



Consideraciones sociales

En Colombia las zonas en conflicto delimitan el alcance de las medidas estatales para la erradicación de cultivos ilícitos; donde hay conflicto es muy difícil tener control sobre la cantidad de hectáreas cultivadas. En este sentido el optimismo generado por los buenos resultados de las fumigaciones podría ser infundado ya que sobre los cultivos que se encuentran en zonas “rojas” no se sabe mayor cosa y su cuantificación resulta impracticable. Me pregunto: ¿están esos cultivos dentro de los 100.000 hectáreas que pretende fumigar, y siendo optimistas, acabar este gobierno?

Los cultivadores son en su mayoría comunidades campesinas e indígenas que por necesidad se han visto abocadas a recurrir a los cultivos ilícitos como arma para hacerle frente al olvido sistemático del estado y a la negligencia con la que éste actúa frente a sus problemáticas. Aunque no son los únicos, también están los cultivos de las guerrillas y los paramilitares. Los actores que resultan más afectados por los programas de fumigación son los campesinos y los indígenas. Para el estado son delincuentes por tener cultivos ilícitos. A pesar de no pertenecer a ningún bando, para efectos reales pertenecen a ambos y nunca están del lado bueno. En esa medida la preocupación ambiental debería quedar en segundo plano y se tendría que dar prioridad a las necesidades de los campesinos e indígenas que cultivan estas plantas que, por convenciones jurídicas y sociales han acabado en las garras de la ilegalidad, siendo, aún así, en el país del sempiterno sagrado corazón, unas simples matitas pertenecientes al reino del señor.

Del lado estatal

Desde el gobierno, siempre optimista (el comienzo de la verdadera modernidad se dará cuando los gobiernos empiecen a ser pesimistas) se manejan números muy concretos sobre los alcances de las fumigaciones y sobre la importancia de estos. Eso no es nuevo. Gobiernos anteriores han tenido el mismo entusiasmo y antes de cantar victoria la realidad los ha arrojado contra los hechos fuera de los escritorios y fuera de los debates de manera aún más contundente que los informes mismos a su optimismo.

En un momento las fumigaciones fueron política de los Estados Unidos para enchutarle el problema del consumo a los países productores, ellos nos daban los herbicidas y las aeronaves y nosotros simplemente fumigábamos. Después fueron motivo de certificación: Entre más se fumigara, más plata habría para más fumigaciones. Ahora es parte del Plan Colombia. La solución cambia de nombre pero no de objetivos ni de actores.

Los voceros del Gobierno no dudan en ningún momento de la eficacia de las fumigaciones y arremeten contra los detractores, haciéndolos ver como fichas de grupos armados a los cuales no les conviene que se continúe con las fumigaciones. Los planes de sustitución de cultivos los ven como alicientes injustos a personas que están violando la ley y así el juego de posiciones queda claramente denotado, unos culpan a los otros de ser marionetas de los Estados Unidos y los otros culpan a los mismos de ser marionetas de los grupos insurgentes.

Desde los ochentas se vienen dando debates ambientalistas, aunque cada vez más enfáticos, siempre han estado bajo la sombra de la marginalidad. Las voces preponderantes siempre han sido las provenientes de las cúpulas del gobierno y las cúpulas militares, que por más que quieran, no han podido sacudirse el rastro de las presiones de los Estados Unidos en sus discursos. Los debates sobre el particular se han caracterizado por la escasez y vaguedad en la información científica, y así lo demuestra las memorias del debate convocado por el entonces representante Luis Fernando Almario, en donde la voz científica brilla por su ausencia. Cabría preguntarse entonces, por las razones qué llevaron a tomar la decisión de fumigar con glifosato, que en su versión oficial dicen tener argumentos científicos, obviamente irrefutables, pero que tras el velo de su aparente rigidez esconden razones políticas, exclusivamente.

Un ejemplo de esa línea de discurso manejada desde la clase gobernante, imbuida en la “ciencia” como medio para hacer política o para no decir la verdad, se ve en las declaraciones de distintos voceros del gobierno y de entes de poder. En Ecuador, José Cabrera, presidente de la Asociación de la Industria de Protección de Cultivos y Salud Animal (Apcsa) acotó de manera algo pedante la siguiente frase:

“Todos los agroquímicos tienen cierto grado de toxicidad; unos más y otros menos.Para mejor comprensión, en cuanto a concentración, es menos tóxico que una sal de cocina que diariamente usan las amas de casa para preparar los alimentos e incluso que la Aspirina, de uso normal y corriente”

Otro caso similar sucedió en Brasil:

“El glifosato es menos dañino que la sal de mesa" afirmó uno de los gerentes de Aracruz Celulose durante una reunión pública en Brasil. Arturo Duarte Branco, líder de SINTICEL –sindicato de trabajadores de la compañía- en el acto se ofreció a beber allí mismo un vaso grande de agua con sal de mesa, siempre que el gerente bebiera un pequeño vaso de glifosato. La lealtad del hombre hacia la compañía no fue tan lejos y simplemente optó por reírse del desafío planteado. Fue una inteligente movida de su parte.

Estos argumentos sospechosamente similares difundidos en todos los países donde se ha fumigado o se fumiga con glifosato, son respuestas casi didácticas para disuadir a la opinión pública, con la única intención de atenuar las constantes denuncias de grupos ambientalistas y de personas aparentemente afectadas por las fumigaciones, pero de ninguna manera corresponden a la realidad, pues sus efectos de toxicidad aguda o crónica no deben ser las únicas referencias a la hora de evaluar sus posibles daños, están otros factores: Su potencial daño como agente mutagénico, teratogénico y cancirogénico, donde no parece ser tan benigno como lo quieren hacer ver.

En Colombia la versión que se dio desde el gobierno no difiere mucho de las dadas en estos dos países. En una entrevista hecha en 1992 al entonces Ministro de Justicia Rafael Pardo, a la pregunta sobre la intoxicación de suelos y agua ocasionada por el glifosato en páramos y bosques de niebla, responde: “Técnica y científicamente se ha demostrado que el herbicida Round-Up o glifosato mezclado exclusivamente con agua y en la dosis que se está aplicando, no afecta por intoxicación los suelos ni el agua”. Más adelante, a pesar de lo expresado, no niega que la utilización del glifosato en Parques Nacionales no debería suceder. Al parecer el glifosato sólo es tóxico en los Parques Nacionales o en los lugares donde no haya nadie para decir que es tóxico.

Los detractores opinan, no argumentan

Si bien la versión oficial es bastante sólida y dice sustentarse en argumentos muy científicos, la versión de quienes se oponen a las fumigaciones no es menos sólida ni menos científica. ¿Importa realmente si es o no dañino el glifosato? o ¿El debate nunca ha sido sobre su toxicidad sino sobre quienes se oponen y quienes están a favor de su uso? Está claro que en cada posición hay una carga política importante. Por un lado El Gobierno, las fuerzas armadas, los Estados Unidos y las empresas y laboratorios involucrados en la venta, compra, distribución y aspersión del herbicida, por el otro los campesinos, los indígenas, los guerrilleros, los paramilitares y los carteles de la droga.

Hay comunidades indígenas que se quejan de fumigaciones a cultivos lícitos, como los de papa, cuya flor, por tener un color similar al de la amapola puede ser confundida desde una aeronave con ella. Ellos apelan a la erradicación manual, pero El Gobierno insiste en su pragmatismo y dice que manualmente sería imposible acabar con todos los cultivos.

Pero lo sucedido con los cultivos de papá no es en absoluto un caso aislado. Actualmente hay 118 procesos por daños causados a cultivos legales en siete departamentos del país, más las recientes denuncias de indígenas ecuatorianos que dicen haber sido víctimas de fumigaciones fuera de lugar y que además tuvieron problemas de salud que, según ellos, fueron causados por el famoso herbicida.

Conclusiones

Durante mas de veinte años de utilización del herbicida Round-Up, conocido como glifosato, en la erradicación de cultivos de marihuana, amapola y cocaína en suelos colombianos y mas de treinta en ser usado en otro tipo de cultivos, sólo hasta la década de los ochentas se empezó a dudar de su supuesta favorabilidad, coincidiendo con la emergencia del cartel de Medellín y con la masificación de los cultivos ilícitos. Los debates que se han generado desde entonces giran en torno a sus efectos en el medio ambiente y la salud humana. Los estudios realizados apuntan a calificarlo como un herbicida de toxicidad baja, pero los vacíos en los estudios sobre sus efectos a largo plazo dejan serias dudas a los defensores de los derechos humanos y del medio ambiente sobre su uso de manera tan amplia y sobre la forma en que se aplica en algunos sectores, la aspersión aérea, que es la que más problemas ha propiciado. El gobierno parece tener fe ciega en los resultados (muchas veces adversos) que han arrojado los estudios sobre el devenir de las fumigaciones y ha tenido una posición inflexible con lo opositores, posición que lo ha llevado a fumigar una y otra vez los campos colombianos esperando pacientemente a que los cultivos desaparezcan sin mayor inventiva para crear medidas menos controversiales y que estén acordes con una visión global del medio ambiente, anclados en la coyuntura que sus detractores crearon, la de velar por la ecología, arguyendo que los cultivos ilícitos son aún más dañinos que el propio glifosato, dejando entrever una cierta complicidad o complacencia con las decisiones tomadas en los Estados Unidos y una doble moral al admitir que sí es tóxico, pero sólo como contra argumento entretejido en la misma tónica ambientalista que usan los opositores.

martes, noviembre 08, 2005

Mas anecdotario, en camino algo de ficción

Este texto (fragmento) intentó ser el comienzo de mis memorias, en una época en que pensaba moriría muy joven y no quería dejar que todo pasara así no más.
Mi infancia no fue del todo infeliz, aunque la verdad recuerdo muy poco. Era un niño llorón y callado, siempre que tenía que decir algo que me molestara de alguien o algo, callaba y lloraba. Después escondía mis ojos para no mostrarme vunerable y debil, ignorando que la debilidad estaba precisamente en ese acto. El llanto me venía con facilidad; en el colegio, en la casa, en la calle jugando con los demás niños, en todas partes encontraba un pretexto para enojarme y llorar. Lloraba de rabia conmigo mismo por ser tan bobo e inoportuno, pero no recuerdo haber llorado por dolor, ni tampoco por nostalgia. Era lo mismo continuamente, no era capaz de enfrentar a alguien sin lágrimas en los ojos, maldita manía chantajeadora pero involuntaria. Tampoco fui un niño avispado. Me intimidaban mi mamá y los profesores, me intimidaban la violencia y el dolor, todo parecía agredirme. Le temía al diablo y a la oscuridad. Odiaba tener que bajar de noche a la cocina para trearle algo a mis padres porque de subida, tenía que apagar la luz de la escalera desde abajo, ya que arriba no había interruptor. El trayecto hasta el segundo piso lo hacía corriendo y con el corazón desbocado, imaginandome monstruosas sombras detras de mí. Más tarde olvidaría mi temor por el diablo y me constituiría una ingenua visión ateísta del mundo, desafiando las insipientes costumbres religiosas de la familia, un día de semana santa en el que me negué a entrar a una iglesia, argumentando que no creía en dios y que odiaba a todos los creyentes por sus mezquinas intenciones oportunistas e interesadas. Tenía catorce años. Mi madre ese día supo que yo sería un hijo incómodo y que nada de lo que dijera me haría cambiar de parecer porque soy tan terco como ella ¿algo para sentirse orgullosa?. La verdad es que en las noches rezaba y hablaba con dios, creyendo tener un vínculo especial y místico que los otros no entendían. Dios nunca respondió ninguna de mis preguntas así que yo jugaba él papel de ambos: el del niño que ruega por su alma y el del dios complaciente que lo reconforta, y así podía dormir en paz sabiendo que igual no creía en nada. Me bautizaron a los ocho años con mi hermano menor que apenas podía abrir los ojos e hicieron una gran fiesta. Mi madre me regaló una cadena y un dije de oro, que después usaría sólo en ocasiones especiales porque mi mamá temía que lo perdiera. La primera comunión la hice en el colegio. Recuerdo que todos teníamos grandes expectativas por el día de la confesión, yo no tenía ni idea qué le iba a decir al padre pero temía que me viesen llorando otra vez. Ese día me dejó la ruta y llegué muy tarde, las confesiones ya se habían hecho, así que me quedé sin confesar. El día de la ceremonia mi mamá me vistió con ropa nueva, me perfumó y me puso la cadenita con el dije. La coreografía planeada por los profesores implicaba movimientos en parejas, como un casamiento pero con niños. Mi pareja era una niña con una enorme cicatriz en la cara. Aquel día me vi en aprietos al ver que no me sabía ninguna oración ni conocía el ritual con que los demás se persignaban, ni entendía lo que balbuceaban mientras lo hacían. No sólo llegue tarde el día de la confesión sino que no asistí a los cursos de preparación, pero a nadie pareció importarle, ese día en la iglesía supe por fin de qué se trataba y me alegré de no haber perdido mi tiempo. Aún es un misterio el ritual de iglesia, pero todos los misterios de la religión al ser develados terminan siendo un rotundo fraude. Hace poco se reveló lo que supuestamente le dijo la virgen a unos niños que andaban pastoreando en algún pueblo de Portugal y que según la historia, era un secreto que debía ser pasado de papa en papa hasta que pudiese ser revelado. Yo, en mi ingenuidad, creí que en ese secreto se encontraba la clave de nuestras vidas y que todos entenderíamos finalmete el no se qué de la existencia. Pero el secreto no era más que un chisme sobre un atentado al papa, gran cosa. La religión logró decepcionarme desde temprana edad y en todas las salidas espirituales del colegio terminaba peleando con los seminaristas que intentaban iniciarnos en la espiritualidad y el recogimiento. Siempre me ha parecido triste la vida de un seminarista; tanto estudio de la biblioa para intentar ponerle fin a su culpabilidad homosexual, sin lograr nada más que un patético círculo de culpas y redenciones perentorias.

domingo, noviembre 06, 2005

Comentarios a sus comentarios

Veo que la actividad del blog va mejorando. Ahora no sólo mis amigos comentan, sino tambien personas ajenas a mí (o tal vez sean amigos infiltrados). Como sea, estoy muy feliz de que se hayan animado a decir algo y que ese algo valga la pena.

En una de mis reuniones de cuento (sólo he ido a dos) era mi turno de enviar varios escritos, para que fueran leídos y comentados durante nuestras sesiones acompañadas de vino y mucho silencio incómodo. Eran seis cuentos los que había que enviar, yo envié cinco, casi todos publicados en este blog. Después de su lectura pública, los integrantes del grupo me entregarón sus hojas impresas con mis cuentos y sus comentarios al margen. Uno de esos comentarios hablaba precisamente de lo "anecdótico" en mis cuentos, arguyendo que la literatura, pensada como gran arte, debía ser despersonalizada, o algo así entendí. Dado que mi vida personal se ventiló en una de esas sesiones, era lógico que se pensara en que lo mío son puras historias personales, y por lo tanto no literarias, según el personaje que me criticó.

No comparto en absoluto esa visión de la "literatura". Y creo que a un lector cualquiera que no me conozca, el problema de si es o no una anecdota le importa poco. Para ese lector será una ficción, irremediablemente; como para mi lo es mi vida, cuando vuelvo a ella desde la escritura. De esta forma todo lo que se escribe, asi tenga la más pura intención de ser "verdad", acabará en las manos de un lector, que lo creera todo, sea o no posible, sea o no vivido, sea o no imaginado, si se le convence de ello, si se lo manipula para que así sea, eso es la ficción.

martes, noviembre 01, 2005

La historia de una posible perdida, de nuevo en un centro comercial, lugar de muchas vivencias posmodernas

Ya se percatarán de la similitud de este texto y otro publicado hace poco, en esta misma pagina. Los dos nacen de una anecdota, algo que efectivamente ocurrio, y en el mismo viaje. Sólo hoy caí en la cuenta de esa curiosa coincidencia, vivida como tragedia, con las luces delumbrantes de un centro comercial como fondo.

Memorias de lo intangible

Era la primera vez que nos encontrábamos solos descubriendo ese mundillo global, que se nos presenta siempre con la cara de un centro comercial. Esta vez sería en un suburbio londinense adonde mi tía fue a vivir una vida de mierda (sólo el parentesco casual y a mi parecer inoportuno la une a mi padre, y de mi padre pasa a mí, y de ahí a que yo la pueda llamar mi tía, aunque nada de ella sea mío, aunque nada de ella quiero sea mío) era ese el lugar equívoco que escogieron para darnos la bienvenida, que nunca fue bien recibida. El centro comercial se erguía impávido en esa calle atestada de gente presurosa, viviendo de afanes comerciales, está vez impulsados por el sentimiento vacuo de la navidad. Estábamos mi mamá y mi hermano, mi tía, su engendro (se supone es su esposo) y ese hijo autista que tienen. Ellos con caras de no pertenecer, de incomodidad, de malvivir; y nosotros saboreando el sentimiento ambiguo de estar en otra parte, de ser intrusos en un lugar precariamente similar a otros que ya conocíamos, con la compañía indeseada, pero el convencimiento de que no importaba, si no fuera por ellos estaríamos en un hotel viendo pasar las horas frente a la pantalla. Mi opción fue huir con mi hermano, claro que para ellos no era una huída, era solo un capricho de adolescente. Mi madre se resignó a perdernos por unos momentos, confiaba ciegamente en mí. Me fui con mi hermano a buscar qué hacer en ese lugar, sabiendo que todo estaba planeado, que no tenía mucho que hacer allí, aparte de entrar a una tienda de discos y perderme en la fascinación que me produce la música. Mi hermano tampoco tenía muchas opciones, no entonces, no en ese lugar. Lo dejé en una tienda de juguetes que parecía prometedora, como mi tienda de discos. Él volvería a mí o yo iría hacia él, detalles que no quisimos delimitar porque siempre respondíamos a un llamado primordial más efectivo que la palabra y el acuerdo, el conocimiento visceral del otro era nuestra mejor arma, siempre terminábamos encontrándonos. Por eso salí rápido de aquella tienda, me deshice del centro comercial y caminé sin rumbo, lo que buscaba estaba en otra parte. Las librerías siempre eran una buena opción, estando solo podría mirar libros de fotografía a mi antojo, los libros inofensivos y los que me perturbaban, los de paisajes y ciudades y los de cuerpos de hombres desnudos, que en ese momento eran una obsesión. No tardé en encontrar algo interesante. Observaba de reojo el pesado libro que escogí, repasando sin detallar cada cuerpo y alternativamente cada persona que pasaba cerca, los creía enemigos. El tiempo se me iba en esas situaciones, pero confiaba en mi hermano, como mi madre confiaba en mí. Salí con dificultad de la librería, queriendo ver más, como si presintiera que no serían muchas las oportunidades de hacerlo, pero el encuentro con mi hermano era más importante, él era un niño y no me perdonaría que le sucediera algo, veía la culpa apoderarse de mí, aunque fuera sólo un pensamiento. La cita, que nunca fue cita la presumí en la tienda de discos, donde entré y busqué. Mi hermano no estaba. La segunda opción era la tienda de juguetes, el instinto fraterno empezaba a defraudarme, tampoco estaba allí. Creo que recorrí esas dos tiendas y el trayecto que las separaba unas diez veces en un tiempo que se me hizo eterno. ¿Dónde estaba? Las cosas que se le pueden pasar a uno por la cabeza en esas situaciones suelen ser perversas, esta no fue la excepción. Subí a otros pisos, buscando nuevas posibilidades, tal vez otras tiendas que pudieran interesarle, en las cuales fuera fácil perder la noción del tiempo, como yo en mi librería, pero mi hermano no era así. Fui a baños, restaurantes, cinemas, tiendas de ropa, de juguetes, de estupideces varias, tal vez útiles para otros, pero para mí un obstáculo insalvable en la carrera para encontrarlo. Decidí, como última opción, acudir a mi madre, que estaba viendo ropa con los seres esos en otra parte. Tampoco fue fácil encontrarlos. Los divisé caminando de tienda en tienda, viendo cosas que jamás comprarían. Me sentí aliviado, levemente aliviado. Mi madre no espero a oírme, lo entendió todo con mi expresión, que para entonces debía ser de cansancio, culpa y temor. Cómo no se me ocurrió que sería peor, que ella no sabe controlarse, que las lágrimas le vienen del útero, que es aún más pesimista que yo, que nada mejora si se le dice a mi mamá. Si la búsqueda había sido angustiante, hasta ese momento, empezó a ser insoportable. Mentí, dije que nos habíamos quedado de ver en la tienda de juguetes, me sacudí la culpa y la hice más grande, más mortificante. Un policía pretendió ayudarnos, los balbuceos de mi madre eran ininteligibles y la ayuda de los engendros no mejoraba en nada la situación. Volví a la tienda de discos, impulsado por eso que había perdido. Mi hermano estaba ahí, solo y tranquilo, ignorando la tragedia que yo arrastraba. Sonreí y fui feliz con su presencia. Estaba enojado conmigo, el sabía que había sido mi culpa, que siempre estuvo ahí, esperando a que yo llegara, que yo era el perdido. Mi mamá podría tranquilizarse y todo sería una anécdota más del viaje. En el trayecto a las casa de los engendros, viendo esos paisajes ajenos a través de las ventanas del auto alemán del esposo de mi tía, la situación se nos hizo cómica, y reímos de ella, claro, mi hermano estaba ahí, y podía tocarle la cabeza, verlo reír y ser felices de nuevo.