viernes, agosto 11, 2006

Ahora sí completas

Instrucciones para leer correspondencia ajena

Sí, ya sé, nadie escribe como antes. Las cartas dejaron de ser de papel (sólo aquellas que sirven a la burocracia de turno, con los consabidos inicios respetuosos: señores, ñoras y demás títulos respectivos, o no, que nunca importan y sólo ayudan a llenar el papel de tinta, escupida casi silenciosamente por máquinas increíbles; en fin, sólo aquellas, siguen teniendo una presencia física. Mas esas cartas no suelen ser tan interesantes, como para andar escribiendo instrucciones para leerlas; usted sabe bien que me refería a las otras cartas, las privadas, las que se escriben entre amigos y enemigos, amantes y desconocidos con pretensiones amatorias, pero esas cartas ya casi no se escriben, y si se escriben, se hace en su versión posmoderna: el e-mail, o correo electrónico, imitación virtual que a velocidades inhumanas, es capaz de entregar mensajes tan elocuentes y complejos como: ya llegué, vivo con un paquistaní y un negro, así que la cosa esta muy Benetton, jejejeje, espero consiga trabajo rápido, abrazos. Y bajo la custodia de una clave esperan a ser leídos, algunas veces respondidos, y siempre eliminados permanentemente, por lo que estas instrucciones tendrán que ser modificadas antes de empezadas, y hasta podrían anularse, si la modificación no justifica el ampuloso título, ampuloso como la palabra ampuloso, y como este paréntesis que parece no acabar).

El título adecuado para estos tiempos sería:

Instrucciones para leer correspondencia antigua, y obviamente ajena, o, Cómo invadir cuentas de correo electrónico sin ser descubierto, y otras aventuras de hackers.

Pero para el último título en realidad no tengo instrucciones. Así que mejor me concentro en lo primero, lo de las cartas, y haré caso omiso al hecho de que su aplicación sea obsoleta; tendrá el sabor triste y morboso de viejos documentos, como el de un libro de física antes de la teoría de la relatividad, tal vez elocuente y tremendamente estudiado, pero sin duda inútil, bellamente inútil.

Instrucciones (por fin)

No las abra, espere a que su destinatario lo haga por usted. De paso se ahorra el engorroso trabajo de evitar romper el sobre, y el posterior de comprar uno parecido para reponer el que irremediablemente rompió. La estupidez no es recomendable en casi ninguna situación de la vida, y esta no es la excepción, así que lo mejor es que espere; si tiene suerte, la recompensa de lo leído, le hará olvidar las horas o días que estuvo esperando tras el contenido esquivo de la carta, y si sólo llegó a ella por pura curiosidad, mejor, nada como encontrarse con la sorpresa de una prosa inesperada, de esa persona que usted ya había catalogado y puesto en su respectiva casilla, estas cosas siempre cambian las perspectivas; tienen un poder trasgresor, por no decir iniciático y sutilmente oscuro.

Pero antes que nada (disculpe usted el desorden) tiene que saber con claridad en qué condiciones encuentra la carta, bajo qué papeles distractores, en qué cajones aparentemente llenos de ropa, entre qué páginas de qué libro; de otra manera no logrará usted, nada más que posibilitar que lo pillen, y si hay algo más mal visto que leer cartas ajenas, es ser atrapado haciéndolo. Son necesarias precauciones excesivas en este punto, a veces, tan sólo un cambio sutil de lugar, digamos, unos simples centímetros, son interpretados por el dueño, o dueña de la carta, como la prueba inequívoca de que alguien estuvo husmeando. Sea cuidadoso, estudie la persona y la proveniencia de la carta, analice, no tome la decisión de leer la carta, sin antes haber pensado en estas cosas.

Ya casi estará listo, pero aún falta asegurarse de que no haya nadie a su alrededor. No se confíe. Los peores secretos terminan revelándose cuando se cometen descuidos de este tipo. No crea en los horarios rutinarios, siempre puede haber algo que cambie de repente la rutina, y un olvido de, por decir algo unas llaves, suele ser común en estos tiempos, así que no se precipite, si ya tuvo paciencia para esperar a que el sobre fuera abierto, no le faltará para esperar a que se encuentre verdaderamente solo.

Ahora disfrute el momento. Saque la carta de su sobre, o si ya no se encuentra dentro de un sobre, desdóblela. Sienta las particularidades del papel, su textura, su grosor, su diseño. Ya con las palabras saltándole a los ojos, tómese su tiempo para ver el color de la tinta, la dimensión de los caracteres, hasta puede acercarse para verificar si un perfume tocó el papel. Recuerde que está solo, y que todas las precauciones que ha debido tomar fueron tomadas, por lo que preocuparse, resulta inoficioso, lo único que haría es entorpecer ese momento de privacidad que usted tiene con la privacidad de otros. No subestime los alcances de su hazaña, ni pase detalle alguno. Lea la dedicatoria, de allí muchas cosas pueden ser deducidas, lo usual es que las tengan; por mínimas o comunes, hablan de quien escribe. Siga adelante, disfrute la puntuación, o la ausencia de ella, la ortografía, goce cada palabra como si de cada una se desprendiera la clave para llegar al otro, para entenderlo. Siga hasta estar complacido por completo, y por favor, no se arrepienta a estas alturas, después de tantas molestias, asuma lo que hizo como un hecho irrenunciable. La persona a quien iba dirigida la carta cambiará para usted, la persona que la escribió empezará a ser otra, y en el caso de que no conozca a ninguna de las dos, o demás personas que pueden estar involucradas, cambiará usted. El alcance de lo leído sólo lo sabrá usted.

Ahora haga todo lo posible por dejar las cosas como estaban, si no tiene buena memoria, y cree que es necesario anotar la posición exacta de los objetos antes de empezar, hágalo (ya sé, el orden no es mi fuerte).

Finalmente puede irse tranquilo, o no tanto (las cartas suelen alterar la tranquilidad), a hacer lo que más le plazca, pero estoy seguro, que por unos días, lo que haya leído volverá a usted de maneras extrañas. Ya nunca será el mismo.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

bueno señor ya es hora que pongamos otra aptualización.

Anónimo dijo...

Hmmm...los lectores reclaman. Por algo será, no?
Pero no presionemos; mientras a nuestro bloguero le sobreviene el próximo acceso creativo, mire otros blogs, recorra su biblioteca o visite la librería de su agrado. Sólo los editores tienen como exigirle producción a un autor.

Anónimo dijo...

bueno el punto es que: ¿qué impediría que usuario anónimo sea ese ser mágico que usted llama editor? -No presionemos, sólo induzcamos-

Anónimo dijo...

Ok... inducir está bien. Pero de magia, le cuento que los editores, pocóooon...!A menos que se trate del editor de una gran película, o que en su casa practique otros encantamientos...p. ej. haciendo buñuelitos de manzana, muy buenos para estimular la creatividad.
(Ésta es para Irving, no intenten comprender).

Anónimo dijo...

ah yo si entendí lo de los buñuelitos de manzana, de hecho ya venden la masa lista para preparar, diga usted en coto o en norte, hay una señora lo más de coqueta preparando buñuelitos extra rápido para sus crías.

Anónimo dijo...

Hmm... cuando te visiten te dirán si a esa sra. le quedan igual de ricos. Pero en Coto puedes comprar Mantecol en bandejitas, más económico. Aunque tal vez prefieras los alfajores Milka con mousse de chocolate, o los triples de miga con rockefort, apio y nueces.

Anónimo dijo...

se descubrió hace poco que el el rockefort mezclado con el apio crean una nube de gases que al mezclarse con la sangre y subir por el torrente sanguineo hacia el cerebro causan un ligero envenenamiento, que anula el sentido del gusto, por eso se atreven a comer lo mencionado anteriormente por H

Anónimo dijo...

En la revista Stomach Sciences - febrero de 1998, la Dra. Hildebrand Nootr Agar presenta un extenso informe sobre su experimentación con los gases del rockefort mezclado con apio. Reporta que sujetos sometidos a dicha ingesta, cuando ella fue complementada con nueces picadas, un poco de mayonesa y media botella de vino mendocino, experimentaron una notable sensibilización de las papilas linguales, que les permitió disfrutar de intensas, prolongadas y exquisitas sensaciones gustativas, lo cual se confirma con los informes de gran incremento en las ventas de dicho producto en establecimientos especializados, tales como sandwicherías, bares, confiterías, puestos de estación y restaurantes de la urbe sureña y ciudades cercanas.

Elaxolotl dijo...

uy que compliquez (compliquitud) bueno eso es posible, pero sin embargo no se excusa el hecho de la pizza monstruosa de CEBOLLA, que horror, cebolla sóla, pan pizza, mezclalos y tienes un monstruo.
pero que viva la muzarela

Anónimo dijo...

¿Le parece más monstruosa que la cebolla en una sopa de leche y huevo... que llaman changua?

Irving dijo...

El poder de la ausencia, esta vez hizo maravillas, no sé si gastronómicas, tampoco si editoriales, pero sí, definitivamente, comentativas, o comentadoras, u opinativas, u opinadoras. Y hablando de magia y recetas, ricas unas, y otras espeluznantes, me reporto desde este rinconcito ventanudo, y sí, la cebolla no debería mezclarse con un lacteo, me dan churrias de sólo pensarlo.

Anónimo dijo...

ah que pena yo no defiendo la changua, pero prefiero eso al roquefór con ápio.

Anónimo dijo...

Es un texto inquietante...¿Por qué no lo convierte en un cuento?

Y el desorden desordenó a los lectores, que aquí aparecemos después, habiendo comentado antes. Cartas, cebolla, apio, leche, quesos y espías domésticos que se roban con avidez un pedacito de alguien, un mordisco al corazón que no te han prestado y que sólo puedes tener si el que fue mordido no llega a saberlo...

alcabanzo dijo...

Bueno, ahí va, reabrimos actividades:


Concierto de "Guadalupe"!!! El 22 de septiembre, en "El Taller". Calle 13 Número 1-50, en la esquina nororiental del conocidísimo "Chorro de Quevedo". ENTRADA LIBRE, GRATIS, NO COVER, FREE!!!. Los esperamos.

Además, toque en "La hamburguesería" de Ciudad Salitre en octubre, fecha por confirmar. También es entrada libre.