sábado, octubre 27, 2007

Tánatos cotidiano

A veces pienso en la muerte. Son pensamientos rápidos y automáticos, como los que tengo para pensar en otras cosas de la vida. Cuando me vean distraído y con la mirada en otra parte, puede que esté pensando en la muerte. No necesariamente en la muerte propia, puedo estar pensando en la muerte en general, o sea en la muerte de los otros. Si parece que miro a un punto indeterminado, estoy mirando a la muerte en ese punto indeterminado que es sólo indeterminado para los demás, no para mí, que sé bien cual es. Puede ser un árbol altivo y frondoso o un matorral reseco; un grupo de niños que juegan a la pelota o un bus atestado de todo tipo de gente. No veo ni el árbol ni el matorral, ni los niños ni la gente sudorosa en el bus; veo su ausencia, su vacío. Me pregunto si los demás piensan en la muerte, es más: si han pensado en mi muerte, y en vez de verme por ahí caminando y haciendo esas cosas que hacemos los vivos, ven mi ausencia, mi vacío. Muchas veces me han formulado la siguiente pregunta con auténticas ganas de querer obtener una respuesta de mi parte: ¿en qué piensas? Son demasiadas las situaciones de la vida en que por alguna razón alguien quiere saber qué piensa uno. Cuando me preguntan eso y resulta que casualmente estoy (o estaba, es difícil definirle un tiempo al pensamiento) pensando en la muerte, respondo que en nada, que no pensaba en nada, y cuando estoy pensando en otras cosas distintas a la muerte, respondo lo mismo, a veces me animo a decir cualquier cosa y hasta logro convencerme de que en efecto estaba pensando en eso. Pero ahora que lo pienso, pensar es un ejercicio de vacío. Querer saber qué piensan los demás es inmiscuirse en el vacío de los otros, en sus zonas de muerte. Me pregunto qué es la muerte, la negación de la vida o el final necesario que la define. NO SÉ. NO SÉ NADA, DE LA MISMA MANERA EN QUE PIENSO EN NADA. Cuando veo a los demás perdidos en sus pensamientos, me asusta pensar que están viendo mi vacío, y el temor aumenta cuando les pregunto en qué están pensando y me responden que en nada, que no piensan en nada y esa respuesta resulta ser tan real como la muerte. Yo soy esa nada.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Me invaden los más dulces sentimientos...

Anónimo dijo...

Si la muerte es ausencia, es la de los otros la que nos puede doler. Lo de uno mismo es sólo el morir. Nuestra propia muerte no tiene por qué ser parte de nuestra vida, salvo la angustia - ¡el vacío!- de saber que no estaremos no pensaremos, no sentiremos más.
Pero podríamos aceptar nuestra desaparición si no nos importamos tanto. Si nos importan mucho los otros. Si podemos querer tanto a otras personas que nos tranquilice saber que ellos seguirán con sus emociones, pensamientos, deseos. Entonces sí se vale inmiscuirse en los otros, pensar cómo se sienten, sentir lo que piensan. Eso creo que es un poco el amor. Pensar y querer al otro hasta tal punto que su continuidad se vuelva más importante que nuestra propia teminación.

Anónimo dijo...

Algunos pensamos en la nada con frecuencia,y si preguntan decimos que pensamos en muchas cosas al tiempo... tambien pensamos en la nada de los otros, soñamos con ella y despertamos angustiados y llorando.
¿será afortunado quererlos tanto?
No se si alguien ve mi vacio, seria afortunado que alguien me quisiera tanto!

Anónimo dijo...

¿No es mucho pedir? Yo prefiero que aquellos a quienes quiero me dediquen unos pensamientos en presente, y además me los cuenten... contando con el que está aquí y ahora, y no que los proyecten a un vacío de "no futuro" y sin retorno.

ESMUSSEIN dijo...

!me gusta esa idea idea!
Yo si he imaginado su vacio...y no me gusto!
Por eso estoy aqui, en presente.

Anónimo dijo...

Mi vacío puede agrandarse porque alguien no quiera llenar ni un rinconcito de él. Mi oscuridad puede nacer de quien no acepte iluminarla con un breve destello, aunque esté cerca... brillando para los demás. Mi silencio puede volverse más profundo porque alguien no tenga nada que decirme.

Pero me enseñaron que no debo mendigar.