domingo, marzo 11, 2007

Mi primera marcha, que nunca fue tal

Estaba solo. Me encontraría con N en el planetario. Le colgué y alcancé tan sólo a dar unos pasos cuando vi la avalancha de gente venir hacía mi, una tanqueta echando agua y el aire enrarecido por los gases. La llamé de nuevo. Me contestó agitada, estaba entre la avalancha y como yo, había alcanzado a respirar el aire maligno. La garganta me picaba y los ojos lagrimeaban. Corrí hacia una esquina del centro internacional y desde allí vi a algunos manifestantes arremeter con piedras contra los vidrios de un Banco. Creo que ese fue el inicio de lo que en los medios llamaron actos vandálicos. Si en un principio fueron pocos los que se animaron a lanzar piedras, en corto tiempo se hizo un buen grupo que contemporáneamente, destruían ventanales a ambos lados de la séptima y corrían hacia el norte, donde otros edificios de entidades bancarias esperaban inermes a que llegaran las primeras rocas. Vi a algunos participantes destruyendo bolardos para convertirlos en armas contundentes. N no aparecía, pero lográbamos actualizarnos y pasarnos pormenores de lo que veíamos en distintos puntos, gracias a nuestros celulares. Los manifestantes tuvieron mucho tiempo para hacer de las suyas sin que apareciera el más mínimo aparato represor de la fuerza pública. Un policía de tránsito fue arrojado de su moto y golpeado brutalmente, pero no pasó a mayores pues la pronta intervención de voces conciliadoras logró alejar a quienes pateaban y golpeaban maquinalmente. Aunque intentaba alejarme de la ola de violencia, parecía que cualquier sitio que decidiéramos con N para encontrarnos, era justo el que escogían para atacar. Me vi corriendo y esquivando piedras a los largo de la séptima. Las cosas ya se habían salido de control, y yo entretanto me preguntaba: ¿y la fuerza pública?. El instinto de conservación me hacía pensar que tanta espera por parte de la policía era sólo una estrategia para justificar la violencia que vendría después. Tenía miedo. Por fin me encontré con N. También estaba sola y agitada. La vi caminar por entre los tira piedras con su celular en la oreja, mirando hacia todas partes para encontrarme, en una escena que me pareció hermosa, como ella. Ya juntos, seguimos caminando, y por fin logramos alejarnos un momento del epicentro, y desde allí, comentar perplejos el horror de la escena, pues no todos lo días se asiste al centro a ver cómo es destruido. Pero pronto tuvimos que correr de nuevo. Un par de tanquetas se aproximaban y los de el esmad con ellas. Bajamos por calles que desde la perspectiva del perseguido, parecen callejones sin salida. Entramos a un edificio de apartamentos, y en el lobby esperamos. La señora de la recepción se escondió tras el mostrador al vernos entrar, y tuve que decirle que se calmara y cerrara la puerta, en un tono que no me conocía. Claro, para ellos éramos terroristas. Pero ahí no podíamos estar mucho tiempo, así que salimos a la calle sin saber bien para donde coger. En la trece sonaban disparos, en la caracas rompían más vidrios y las tanquetas reprimían, la séptima era territorio esmad. Esperamos algo aturdidos hasta que nos decidimos a seguir por la caracas. Las cosas ya se habían calmado. Pudimos ver a un celador barrer con rabia los escombros de vidrio del concesionario de motos que cuidaba. Los manifestantes fueron todos dispersados hacia la soledad y teusaquillo, por donde más tarde caminamos y presenciamos detenciones selectivas apoyadas con violencia, a personas que como nosotros, sólo caminaban por ahí. Pero no podría asegurar que fueran inocentes, igual nada justificaba la vioencia con la que lo hacían. Informantes y sapos espontaneos ayudaron a que las capturas fueran efectivas, pues no se podían ir con las manos vacías, aún sabiendo que su aletargado accionar fue planeado, porque de otra forma no se puede explicar el que hayan esperado tanto. En realidad fueron muchos los que participaron tirando piedra y saqueando, pero las capturas no se hicieron en el momento, y dudo mucho que las que se efectuaron, hayan sido a quienes lo hicieron. Para entonces, Bush estaba más que acomodado en el Palacio de Nariño, sonriendo estúpidamente ante las cámaras, y eludiendo preguntas incómodas de los periodistas.

Acomodado en un sofa, vi el noticiero de la noche. La noticia simpática de la visita, según la periodista que hacía la nota, era que Bush cambió la imagen que tenía de la ciudad, influida sin duda por el cine basura de su país, que muestra un villorrio ardiendo en medio de la selva cuando habla de Bogotá. El presidente admitió que era distinto a lo que esperaba. Pero no, lo que vio Bush fue un conjunto de calles vacías, el centro de una ciudad enorme vacío, la Plaza de Nariño tan insulsa y fría como siempre, pero vacía. Bush visitó un lugar irreal, donde en vez de personas había militares, comió algún plato típico, seguramente paisa, que no le gustó, y que lo hizo pedorrearse en cuanta reunión tuvo después, saludó amablemente a cuanto lagarto se le apareció por delante, intercambió un par de palabras con Uribe que no definieron nada, fue elogiado y respetado, y se fue con su sonrisa a otro país latinoamericano, donde se repetirá la farsa. Mientras tanto, en algún lugar, 127 personas (oficialmente) esperan a que eso que hicieron, no sea tan grave como para que la fuerza pública, haga eso que ellos creen que hace, con los que cogen en estas circunstancias, y sus motivos de odio, sean horriblemente reales. Lo que sé, es que si es así, no podrán hacer mucho. Espero que así no sea.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El vandalismo y los saqueos tergiversan y empañan la justicia de una protesta política o social. Pero algunas frases de su crónica personalizada, contienen toma de posición, un sesgo "de un sólo lado", como "no podría asegurar que fueran inocentes". Omite referirse a los manifestantes que no saqueaban ni tiraban piedra, que deberíamos diferenciar y defender en un país con escasa cultura política.

Pero en el relato hay tensión, ritmo, personajes urgidos por el drama. Qué bien, otra vez el narrador efectivo y directo. Ojo el olvido de varias mayúsculas.

¿Su inclusión en la escena fue real?

Irving dijo...

Los datos son de primera mano. Cuando llegué, recién empezaban a echar gases, y aún no se habían roto vidrios. Creo que la falta de fuerza pública fue la causante de lo que pasó. No pertenezco a ningún partido, y fui sin convocatoria, quería ir para poder opinar y no tachar con generalidades absurdas a todos los integrantes de un partido. Lo que encontré es que hay algunos que apoyan la violencia, y muchos que nos dejamos intimidar. Pero eso pasa en todo el país, en la derecha, en la izquierda y hasta en la privacidad de los hogares. Repito que lo soprendente fue la escaces de fuerza pública, y su sorprendente respuesta, más aparatosa que efectiva.