domingo, octubre 05, 2008

En ridículo

CQC, siglas de caiga quien caiga, es un programa argentino de opinión que desde el humor hace crítica política. Hay un reportero en este programa que se dedica a perseguir a Cristina (así le dicen acá a la presi), a donde sea que vaya; un discurso de inauguración de obras, de finalización, una visita oficial al gobernante de otra provincia y así, este reportero no se pierde ningún evento donde la presi esté. Lo curioso del asunto es que hace preguntas incómodas, es insolente, atrevido, bocón, como un amigo imprudente. Corre tras la camioneta que transporta a la presi, le da la mano, se escabulle cuando esta lo ignora y él vuelve a contraatacar de alguna manera, es un personaje molesto que sin embargo causa simpatía y logra hacer preguntas directas a quien tiene que responderlas. Obviamente nunca le dan bola (disculpen el argentinismo), cuando más, le dicen que se consiga un trabajo verdadero y deje trabajar.

Extraño el humor político en la televisión Colombiana, parece que la muerte de Jaime Garzón fue también la muerte de las ganas de opinar inteligentemente desde la cajita impositora (o cuadro de pared con parlantes), y no es que sea una lástima, sino más bien una preocupación. Cabe hacerse las siguientes preguntas: ¿en qué tipo de países no existe la sátira política? ¿será que no hay nadie capaz de hacer pensar al país fuera de las columnas de opinión? y una última: ¿estaríamos dispuestos a ver ridiculizado a nuestro presidente?.

Voy a intentar responderlas. En Estados Unidos, país guerrerista, ombliguista y en general, muy extraño, hay toda una variedad de programas donde se hace sátira política directa, con nombres y hechos. Desde dibujos animados y programas cómicos con risas pregrabadas a talk shows, algunos tan directos que no dan cabida a la imaginación. No sé sobre sus efectos en la audiencia. Algunos pensaron que el documental de Michael Moore podría haber generado una reacción en los votantes, y de esa manera hicieron coincidir su lanzamiento con las fechas electorales, a ver si lograban influir en los resultados de la votación, pero no fue así, o al menos no significativamente. Ahora hasta el mismo Michael Moore perdió toda capacidad de impacto mediático y sus últimos documentales no tuvieron la acepatación de los anteriores. Hubo un efecto de desgaste, como si la tendencia fuera a evitar pensar que las cosas están mal, el verdadero estado de ellas lo sabemos, pero preferimos no comentarlo. Que la guerra en Irak es un invento para crear un clima de incertidumbre económico que favorece a los productores de petroleo no es un secreto para nadie, pero lo preocupante no es eso, sino que a pocos importa que así haya sido. Un país con esa capacidad para auto criticarse, debería ser también un país donde decisiones de ese tipo crearan un ambiente de rechazo frontal en la población, no sólo de inconformismo. El inconformismo en sí, sólo sirve para cambiar de bando ocasionalmente, cuando el desgaste haya hecho lo suyo, mas no para minar las relaciones de poder que creamos en nuestras democracias modernas, donde nos conceden la opinión y el derecho a burlarnos de nuestros gobernantes (en algunas), pero las decisiones sobre los posibles rumbos que se pueden tomar, las toman los mercados, ni siquiera los mismos políticos. Algunos antropólogos y sociólogos han llegado a afirmar que pasamos de ser Homo Sapiens, a Homo consumis, es decir que nuestro rasgo predominante, aquello que nos hace humanos según la ciencia, dejo de ser el pensamiento y se convirtió en el consumo. Consumo, luego existo. Consumir o no consumir, esa es la cuestión. Y volviendo a la pregunta inicial, sobre cómo es un país donde no existe la sátira política, puedo decir que es un país entregado al consumo. Cuando lo que importa son las cifras de desempeño económico, y no la minucia tras de ellas, las razones por las que mejoramos esos porcentajes, entramos en un círculo de abstracciones incomprensible y autoreferencial. ¿Los números crecen a nuestro favor para ser mejores personas o para ser mejores consumidores?. Desde esta perspectiva es fácil entender donde estamos, elegimos ser mejores consumidores, luchamos por ello, es nuestra nueva convicción.

La respuesta a la segunda pregunta es fácil de responder: no. Así como Uribe no ve quien lo pueda suceder. Triste pero cierto. Aunque pensándolo bien sí lo hay, sólo que pareciera que la brecha que marca en los posibles adversarios la política de seguridad democrática es demasiado ámplia para acortarla con propuestas que no impliquen odio y plomo. Mockus generó algo interesante, pero existe una tendencia a pensar que lo que Colombia necesita es "mano dura", eufemismo de plomo para quien disienta. Yo creo que de mano dura y estúpida ya hemos tenido suficiente, y ahora debemos es ablandarnos, dejar que la razón penetre un poco en nuestro actuar pasional, y convierta la seguridad en tranquilidad, y la democracia en igualdad. Tranquilidad igualitaria le llamaría a mi política de estado. Tranquilida para pensar y hacer, igualdad para reconocer al otro, por fin.

La tercera pregunta ya no tiene interés. El ridículo se logra cuando todos entendamos que este señor sigue ahí porque es el reflejo de nuestra incapacidad para crear una sociedad distinta, los que estamos en ridículo somos nosotros.

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