martes, octubre 21, 2008

Oh la la

Por alguna razón caprichosa de las partículas intangibles del ciberespacio, my blog y mi página de elespectador.com se quedaron atascadas en el pasado, no salen de una vieja actualización (ahora desactualizada), o eso pensaba. La verdad es que fuera de este apartamento y de este computador la cosa es muy distinta, el tiempo sí transcurre, afortunadamente. Por eso y por otras cosas no había vuelto a escribir. Pero tengo en este blog depositado mucho afecto, y extraño comentarios de H y de Juana, y de los otros visitantes esporádicos que se han atrevido desde sus pantallas a romper la barrera del silencio lingüístico. Es extraño, ahora que ando metido en cuanta página existe, y hay perfiles míos en distintos lugares de la red, es cuando menos comunicación tengo con los otros (ustedes) y cuando más ansias tengo de saber qué pasa en la vida fuera de mí mismo. Pero bueno, no prologaré más. Hoy llegué con unas ganas irrefrenables de escribir, pero no sé bien sobre qué, así que voy a ir tanteando por donde me lleva la música en reproducción aleatoria que está siendo expulsada por los audífonos que tengo puestos, y así intentar una suerte de escrito aleatorio.

Llegué tarde a clase, los que me conocen saben que es algo que hago a menudo, y aunque me ha generado problemas, no puedo evitarlo, me pueden más mis ganas de hacerle el quite a ese mezquino y arbitrario invento humano, y como ya no trabajo en un colegio, puedo hacerlo sin sentirme culpable de que unos niños estén sin RECIBIR MI SANTA PALABRA, haciendo de las suyas en los preciosos momentos de la mañana en que uno debería estar siempre entre las piernas de alguien, nunca oyendo las frases desabridas de un cura incapaz de decir algo significativo. Abrí la puerta y no estaba quien esperaba, así que pensé que había llegado antes. Cerré y le pregunté la hora a una mujer que estaba cerca. Me confirmó que era aún más tarde de lo que pensaba, y justo cuando iba a volver al salón, alguien salió a decirme que entrara. La clase esta vez estaba a cargo de un señor que pensé era español, por su acento, pero que con el transcurrir del tiempo se definió francés. No sabía por qué estaba ahí, ni de qué estaba hablando. Me senté a escucharlo. Decía cosas sobre Europa, sobre la historia, las guerras, la gente europea de posguerra; hablaba de escritores, de artistas, de bienestar, de una latinoamérica extraña, donde sólo había escritores y pintores (y ohh sorpresa, ningún músico). Se tenía confianza. Nos retaba a decirle cual era el pintor más importante del surrealismo latinoamericano, el segundo escritor vivo más importante de Argentina, cosas así, como si el pasado y el presente fueran un libro de historia ya escrito (por él). Nos dijo que podría darnos una cátedra de literatura latinoamericana de 60 horas (ese número, no otro), que conocía a todos los pintores, poetas, que esto y que aquello. En un punto fue más lejos, dijo que estaba seguro de que en Francia, si le preguntara esas mismas cosas a un grupo de estudiantes de secundaria (así dijo, ni siquiera universitarios), sabrían responderle. Yo, mientras tanto, tenía una discusión interna con este personaje, donde le decía que su idea de latinoamérica era bastante extraña, al igual que su idea de cultura, y de arte, y de dar conferencias, pero por sobre todo, le decía que por favor se sacara ese pañuelo rojo que llevaba en el bolsillo izquierdo de su chaqueta y se lo metiera en la boca, y así, siguiera dando la conferencia. Más tarde me enteré que era un representante del consulado francés en Argentina, nos visitaba porque el director de la maestría quería saber cómo sería confrontarnos a una visión de latinoamérica, fuera de nosotros mismos. Conmigo no funcionó mucho, y aunque me gusta pensar que no tengo una visión unívoca de la gente, que definir las personalidades es absurdo, cuando la única certeza es la muerte, empiezo a tener conflicto con los diplomáticos franceses, y a desconfiar de tanta "ayuda" francesa en nuestros países, de tanta alianza francesa, y por qué no, de tanto cine seudointelectual (francesmente insoportable). Salí con rabia, pero después me dije, tranquilo, de eso se trataba no? compórtate, quédate con la imagen del tipo tratando de decir algo con el pañuelo en la boca. Y ríete, sé políticamente incorrecto, de eso se trata el arte, de confrontar, dilo en algún escrito, pásale la idea a tu hermano para que haga un cortometraje, a uno de tus amigos artistas para que haga una instalación, quien quita, tal vez estés en un futuro en las palabras de un diplomático francés diciendo cuales eran los artistas más importantes de esta época en latinoamérica. (no me esperaba ese final, pero funciona de una manera retorcida). Au revoir.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

H no Hacía comentarios porque Ha Henmudecido, Honrando su Hinicial, Hal Haber Hentendido que tenía poco que decir, haparte de la Santa Palabra que Hesparce Ha diario, Hentre Halumnos Hexcesivamente Heducados, quienes deben Himaginarlo Hen situaciones Haún más Habsurdas que Hahogándose con pañuelos rojos.

Irving Moncada dijo...

Pareciera que es una manía mía imaginarme a los profes en situaciones absurdas, pero cuando estaba de profe también lo hacía a la inversa, jajaja, es para quitarle esa seriedad a la situación, la palabra de todas formas es siempre sacra, en cualquier contexto, crea y destruye, el lenguaje es nuestra forma cotidiana de ser dioses. Gracias por comentar de nuevo!!!

Anónimo dijo...

Quel mec impoli!!. No tendra que ver esto con la politica, quiero decir lo de etre impoli-tica.
Juanad