domingo, octubre 09, 2005

Obituarios en la sopa

Me enteré esa mañana que en el sur de Bogotá estaban haciendo sopa de periódico. Lo primero que hice fue llamar a Esteban para invitarlo a almorzar. Esteban - te tengo una receta, una realmente ingeniosa, una tan autóctona como la pobreza- -Ya sabes que odio esa palabra-, comentó con desgano. Me quede sin saber cual de las dos: ¿Autóctona o pobreza?. Sabía que a Esteban lo único que lo alejaba de esa modorra con que enfrentaba los días eran mis llamadas, no podía resistirse a salir de su cuarto, coger algunas monedas, instalarse en un bus y atravesar la ciudad, con la mirada fija en la ventana, escuchando conversaciones ajenas. No importaba que razones hubiera detrás de ello, siempre era mejor que estar ahí. No me sorprendió que mi invitación absurda lo animara, igual sabíamos que todo era un juego, un juego macabro que jugábamos para superar el tedio. Esteban ya venía en camino y yo me encontraba preparando los ingredientes. Busqué periódicos por toda la casa y encontré unas hojas amarillentas en un baúl que siempre pensé era una silla. No pude evitar leer algo. Pagina de obituarios: La familia López Dubart extiende su pésame a hijos, esposo, familia, y amigos de la señora Luz Ángela Pechabell, fallecida el…

Qué hojas podrían serme mas útiles; aquellas con fotografías a color (el tinte de colores debe saber distinto al negro) o aquellas con pocos espacios en blanco, para tener más sustancia de tinta, ¿eso debe ser definitivo no? Dejaré que Esteban decida. Tenía la sección de los obituarios ¡qué montón de gente ha muerto últimamente!, la de los columnistas, el crucigrama, una llamada “Nación” y finalmente los clasificados. Con eso sería suficiente. Busqué en los cajones de la cocina un cubo de sustancia de gallina y algo más que le diera sabor a la sopa, cogí una caja amarilla y leí el respaldo para saber qué hacer.

No sé bien en que momento me dormí, es estúpido pensar en eso, uno nunca sabe bien en que momento se duerme. La luz era escasa, estaba en el sofá de la sala escuchando un cuarteto de Britten y no recuerdo más. Tardé unos minutos en salir de ese aplastamiento del sueño, de esa pesadez, de esa otra vida. El disco se había acabado. En la casa reinaba el silencio, ni siquiera de la calle venían sonidos. Recordé que estaba esperando a Esteban. Ya era tarde y Esteban no llegaba. Es extraño que no hubiera llegado, el nunca me deja plantado. Lo llamé a la casa. Timbró una, dos, tres… varias veces y nadie contestó. Llamé al celular. Aparte de la voz sintetizada de la operadora no hubo respuesta alguna. Me paré aún sonso por el sueño y fui a la cocina. Sobre el mesón de mármol reposaban unos periódicos viejos, los cogí para llevarlos al baúl y en el trayecto leí de nuevo los obituarios: La familia López Dubart extiende su pésame a madre, padre, hermanos y amigos del joven Esteban Torres Quiroz, fallecido el…

No hay comentarios.: